Todas las advertencias que en su momento se lanzaron sobre la forma ignorante y artera en la que el entonces recién llegado presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, desataba una guerra comercial inútil y peligrosa con China, se han ido cumpliendo.

Donald Trump doblegó a Europa, porque aquellos países enfrentaban su propia guerra de egos que derivó en un Brexit, que nos va a regalar su siguiente capítulo de incertidumbre en tres quincenas.

Pero Trump no fue tan lejos, hizo de sus dos socios norteamericanos blanco de su desprecio. Maltrató a los canadienses, pero, sobre todo, humilló a los mexicanos.

México pagó la factura del desprecio de Trump con la descomposición de muchos indicadores financieros y hasta de su economía.

Las amenazas de romper con el Tratado de Libre Comercio de América del Norte, las advertencias paralelas de tener que pagar por el muro para gozar de la gracia estadounidense, la aplicación de aranceles en diferentes productos y los insultos racistas a los mexicanos parecieron por un tiempo marcar el destino de una desgracia económica para México.

Donald Trump acabó con las formas de un trato entre iguales para dar paso a un maltrato colonial a sus vecinos del sur que al final acabaron cediendo en los términos de su acuerdo y terminaron construyendo un muro humano de soldados mexicanos para cuidar su frontera sur.

Y con China se encontró con una muralla. Una barrera edificada con su ego y desconocimiento de los alcances actuales de ese país que no era una pieza más de su rompecabezas mundial, sino el jugador comercial más importante del mundo.

La manera como subestimó Donald Trump a China empezó por un juego de vencidas que midió en términos de dólares, de aranceles y de inversiones. Nunca se dio cuenta que la verdadera fortaleza de China está en que no es más un maquilador sino un exportador neto de capitales.

Y mientras Trump se enredaba en su congreso discutiendo las medidas coercitivas para frenar a los chinos con los demócratas, pero también con republicanos, los asiáticos solo necesitaban la orden directa e incontrovertible de Xi Jinping para actuar de inmediato.

Donald Trump llegó a decir que era genial la manera de concentrar el poder del presidente chino. En una clara muestra de envidia.

Pero China, lejos de entrar en los terrenos de esa pretendida guerra de Trump, hizo lo inesperado: ocupó el lugar que dejó vacío Estados Unidos como líder del mundo del comercio libre.

Los discursos proteccionistas eran del presidente de Estados Unidos y los mensajes conciliadores en busca de mejores relaciones comerciales eran del presidente de China.

No era propiamente un mundo al revés, porque Estados Unidos había dejado la plaza vacante y China simplemente la ocupó.

Hoy, vemos que eso es más que un discurso y China acaba de dar el paso más importante para reivindicarse como un país con el que se puede negociar, más que competir.

El lugar que Donald Trump dejó vacío en el Acuerdo Transpacífico lo llenaron los chinos con su Asociación Económica Integral Regional.

Nada más que se acabe de ir Donald Trump de La Casa Blanca, tendrá que iniciar este control de daños de los Estados Unidos.

                                                                                                          @campossuarez