¿Vieron lo complejas, variopintas, barrocas y tensas que resultaron las elecciones presidenciales gringas, el broncón que tienen con el conteo de votos, la manera en que se alargó el proceso? Hay muchas cosas que explican esas turbulencias, desde las coyunturales, como la tremenda polarización que vive ese país, la retórica violenta de Trump y por supuesto la pandemia, hasta las de toda la vida: por ejemplo, el hecho mismo de que el voto popular no defina al ganador o la estructura electoral anclada en los estados, y no en un órgano compartido como el INE. 

Lo comento porque la elección gringa habla también, indirectamente, sobre nosotros, y lo que dice es algo bueno. En efecto, con el INE, antes con el IFE, nos hemos sabido dar una forma de votar y contar los votos razonablemente ordenada, con reglas y procedimientos comunes que nos ahorran retrasos y tensiones como los que hemos visto en varios enclaves del país de allá arriba y sobre todo, no lo olvidemos, organizadas por la ciudadanía, lo que implica también: vigiladas por la ciudadanía. 

Es muy meritorio. Lo digo sin titubeos: deberíamos sentirnos orgullosos de esa tremenda herramienta democrática que nos hemos dado, con todos sus defectos. De ahí la importancia de defenderla.

Los populistas tienen un manualito de conservación del poder. Por ahí de la página tres o cuatro, o sea nada más empezar, el manualito dice: “Participa en las elecciones como si fueras un demócrata, pero si las pierdes, grita a los vientos que fue un fraude”. Es lo que hizo Trump en cuanto confirmó lo que, con buen ojo, supuso desde el principio: que la elección se resolvería con una diferencia mínima, en tres o cuatro estados.

Hablar de un fraude que sí, había cantado ya en semanas previas, y que por supuesto es una falsedad como una catedral. ¿Les suena? Nuestro Presidente, aquí, lo hizo en 2006, con la misma ausencia de argumentos, y sabemos que lo hará el año que viene, si los resultados de la elección intermedia no le convienen a su causa. Por eso las acusaciones contra el INE: es medicina preventiva.

La independencia electoral de los estados obliga a Trump a cargar contra un enemigo invisible, un enemigo, dirían los complotistas de su estirpe, con mil caras, otra manera de decir: un enemigo sin cara, o sea, inexistente. Aquí, en cambio, el Presidente tiene en el INE un blanco fijo y visible. Pero no se engañen. Su enemigo es el mismo: tu derecho a votar por quien te dé la gana. Democracia, que le llaman.

                                                                                                              @juliopatan09