Alonso Tamez

El 24 de octubre conoceremos los resultados de la tercera encuesta para definir al próximo presidente de MORENA. Mario Delgado y Porfirio Muñoz Ledo se disputan el cargo, tras una contienda llena de ataques y opacidad en el uso de recursos.

Sin embargo, una de las mayores dudas es: ¿por qué López Obrador permitió, y permite hasta el día de hoy, que el pleito escale hasta casi el punto de quiebre?

Una de las teorías es que el presidente no se mete para no tener que tomar partido entre las dos facciones que se disputan el cargo: los “moderados”, que están con Marcelo Ebrard, y los “radicales”, que impulsan a Claudia Sheinbaum.

Involucrarse, según esta versión, sería fomentar el rompimiento de su “cuarta transformación” a solo dos años de gobierno; cosa que le complicaría mucho la gobernabilidad del país.

Otra teoría es que el presidente no se metió para, literalmente, ver qué grupo es el más fuerte. Esto implicaría la promoción de un “darwinismo político” para saber qué facción es la más leal y capaz, y por ende, la merecedora del apoyo presidencial.

Esta segunda teoría no se pelea con la primera. El presidente podría estar evitando involucrarse para 1) no tener que tomar partido —y así no decepcionar a nadie—; y 2) para ver qué grupo se muestra más competente bajo fuertes presiones políticas.

Una tercera teoría es que sí se metió, por obra u omisión, en favor de Muñoz Ledo o de Delgado. Analistas como Salvador García Soto piensan que el presidente dio, cuando menos, el visto bueno al primero. Mientras que plumas como la de Alejo Sánchez Cano creen que Delgado es el verdadero “tapado” de López Obrador.

No obstante, todo este embrollo tiene una razón. En términos institucionales, MORENA no es un partido sólido. Sigue siendo esa coalición de oportunistas de distintas ideologías que, en 2018, se unificaron alrededor del caballo más “choncho”.

En política, esto es muy válido. Pero no esperen seriedad operativa y congruencia ideológica de una organización cuya suerte está atada al destino de una persona.

Además, en comparación con el PRI y el PAN, MORENA casi no tiene comités municipales o estatales funcionales; es, en muchos casos, un mero cascarón.

Y no lo digo yo: me lo dijo el exaspirante a la presidencia de MORENA, Alejandro Rojas Díaz Durán, en febrero pasado (https://bit.ly/2HdTBAz).

Cuando se anuncie el resultado de la encuesta, López Obrador tendría que abandonar su política de no intervención, e iniciar una “operación cicatriz” al interior.

De lo contrario, cometería un error estratégico de cara a 2021: comunicar, de manera explícita o implícita, su preferencia por el grupo ganador sobre el perdedor.

Esto, por obvias razones, sería el mejor escenario para la oposición.

@AlonsoTamez