Luis Miguel Martínez Anzures


A lo largo de la historia de los siglos que antecedieron a esta época, las definiciones ideológicas en el mundo de la política lo eran todo, autodenominarse de izquierda o derecha era asumirse como protagonista de una filosofía de vida y defensor de ciertos preceptos económicos, políticos y sociales que enarbolaban la identidad de la forma de gobernar en la que se creía, las cosas podían ir mejor para el país.
Durante la segunda mitad del siglo XX, después de la época de la llamada Guerra Fría, muchas personas apoyaban un modelo económico distinto que promoviera la redistribución del ingreso y pensaban que la lucha de clases debía darse para desaparecer al capitalismo, que por aquellos años era la forma más común de entender y explicar las relaciones comerciales de cualquier nación. Para decirlo, en otros términos, lo que muchas personas pensaban, es que el respaldo ferviente sobre la idea de un mundo más igual, más próspero y feliz para todos se daría a través de la consecución del capitalismo a ultranza que se había instalado desde la revolución industrial.
Millones de personas nacieron y crecieron en la instalación de un mundo bipolar, cuando la pugna principal en las coordenadas geográficas se daba entre dos naciones hegemónicas que pretendían dividir al globo terráqueo en dos bloques, y donde había solamente una dualidad de opciones a escoger para referirse sobre el modelo económico: el capitalismo y el mal-llamado comunismo (o, por algunos, socialismo).
Sin embargo, con la caída del muro de Berlín el mundo no volvería a ser igual para nadie que haya presenciado aquellos acontecimientos. Había triunfado el modelo estadounidense capitalista y, en un esquema de globalización que profetizaba el fin de la historia, la democracia y los libres mercados parecían consolidarse como las únicas opciones plausibles para extenderse a todos los países.
Fue entonces que muchos individuos se resistieron a que fuera así y esgrimieron fuertes críticas al modelo dominante en ese tiempo, en pos de un mundo más igual. Los años pasaron nuevamente y la humanidad ha sido testigo del avance de China y el despertar de Rusia después de que perdiera la Guerra Fría.
Desde aquellos días toda la civilización ha cambiado vertiginosamente y muchos de los que protestaban y lideraban esos postulados ideológicos ya no son jóvenes ahora, sino adultos pertenecientes a la denominada Generación X. Las sociedades ya no se encuentran en la época de la post-Guerra Fría y ahora las juventudes tienen otras banderas y priorizan otras batallas.
El ambientalismo, el feminismo, el indigenismo, la defensoría de migrantes, las luchas por la diversidad sexual, el movimiento antirracista y formas variopintas de lo que denominan algunos “anarquismo”, son las expresiones de lo que hoy se considera la izquierda. Ahora ser de esta corriente política es equivalente a ser “progresista” y apoyar fervientemente las luchas identitarias, las fronteras abiertas y la batalla contra el calentamiento global.
Definitivamente el mundo ha cambiado y junto con él, la amalgama de colores para identificar las luchas ideológicas de una corriente política y otra.
El enfoque de las luchas de la izquierda del pasado era ciertamente distinto. Antes se hablaba de lucha de clases, de procesos estructurales y de igualdad material. Lo que parece mantenerse- solo en el discurso —es la crítica de los que se denominan de izquierda contra el llamado neoliberalismo.
Pero ahora, este término parece tomar otro sentido. De forma aparentemente contradictoria, los valores de los progresistas anti-neoliberales parecieran estar irónicamente más cerca de lo que los estadounidenses entienden como “liberalismo”.
Expliquemos mejor esta idea.
Este concepto en la Unión Americana se relaciona con la izquierda y se fundamenta en la libertad e igualdad en el ámbito social (dos términos relativamente incompatibles en los esquemas de política económica para los Boomers y los Generación X que ya se describieron arriba). Es decir, los jóvenes de izquierda de este siglo apoyan la libertad de decidir sobre su cuerpo, los derechos civiles, la igualdad de género y la diversidad sexual. A veces también abordan la lucha entre los sexos, la lucha entre las razas, las luchas anti-sistema y exigen se devuelva a los pueblos originarios la tierra robada.
Estos ideales, si bien no son doctrinariamente opuestos a la ideología de izquierda clásica, en la praxis tienden más al liberalismo social y cultural que a la reivindicación de los desposeídos o de la famosa clase trabajadora que abordaba la corriente marxista.
Lo que puede apreciarse con toda claridad, es que el mundo ha dado tantas vueltas que hoy en día, personajes como Bernie Sanders y Alexandria Ocasio-Cortés proponen un Green New Deal que finalmente beneficiará con creces a los capitalistas verdes de la naciente industria autosustentable. De hecho, Greenpeace nombró a Apple la tecnológica más verde del mundo. Por su parte, los jóvenes anarquistas que luchan contra el fascismo y los gobiernos represores neoliberales, se comunican y difunden sus mensajes a través de las redes sociales y tecnología de punta que fue desarrollada en Silicon Valley.
Existe un desdibujamiento de las fronteras político-ideológicas en las juventudes de este nuevo mundo, las banderas que lideran los nuevos retos de los gobiernos en turno, no son parecidas a las de siglos anteriores y pareciera que la sofisticación de los individuos y sus sociedades, ha hecho más estrecho el camino de los medios de comunicación para difundir mensajes que ampliar la creatividad y la mente de los nuevos usuarios para sortear las fronteras de los monopolios informativos de las redes sociales.

 

                                                                                                                                     @Drlmma56