Es la tarde nublada del sábado 19 de septiembre, se cumplen tres años desde el terremoto del 2017 y los afectados aún no reciben respuesta. Desde la mañana, se anuncian bloqueos por la marcha de Damnificados Unidos quienes exigen vivienda digna tras los derrumbes. 

Como en muchas ocasiones, el pronóstico del clima que anunciaba un día ligeramente soleado con algo de calor se contrapone con los nubarrones grises que opacan el cielo y las corrientes frías de aire. Algunas personas del transporte desean, entre broma y broma, que el día termine sin novedades, sin un terremoto más.

En el supuesto ideal, la marcha de los damnificados llegaría a las 17 horas al Zócalo. Sin embargo, eran las 15:30 y el Eje Central ya está bloqueado por las fuerzas del orden público porque una marcha feminista se le adelantó a la otra manifestación.

Los trolebuses dejan a los usuarios a altura del Teatro Blanquita, pese a que las mujeres marchaban a altura de 16 de septiembre y fueron replegadas rumbo a Fray Servando Teresa de Mier entre insultos y gritos de los comerciantes del Eje Central, que demostraron la razón de las manifestantes al luchar contra el machismo.

En el transcurso de la marcha, un cuerpo de granaderas encapsularon al contingente, algo que antes era sinónimo de enfrentamiento entre granaderos y manifestantes sin que se supiera nunca quiénes empezaron la agresión y quienes la terminaron.

Contrario a eso, la marcha fue pacífica con algunas incidencias como pintas, quema de cuetes y objetos lanzados contra los fotógrafos insistentes que, por trabajo o morbo, capturaron la movilización social. Sin lesiones ni vidrios rotos, la marcha finalizó al cuarto para las 18 horas en la plaza de San Miguel, calle Tlaxcoaque.

A unas cuadras de distancia, la manifestación de Damnificados Unidos se volvió mitin en la bocacalle de 20 de Noviembre, esquina con Izazaga. Ese contingente lo integraban más de cuatro movimientos, entre ellos los padres de los 43 desaparecidos de Ayotzinapa, la Asamblea Nacional de Usuarios de la Energía Eléctrica, el Sindicato Mexicano de Electricistas y Damnificados Unidos. Pese a eso, casi no hubo presencia policial ni de granaderos (ni granaderas).

Ninguna de las dos marchas llegó al Zócalo, debido al cerco policial.

A las 18 horas ya no quedaban marchas, pero no por eso se liberó el tránsito del primer cuadro de la ciudad. Era imposible moverse por el centro. Había que serpentear entre calles y calles. Aún con INE en mano, los policías no le daban el paso ni a los habitantes del centro histórico y pedían paciencia por “unas horas”.

Por ahí, un indigente trató de convencer a un policía para que le dejara pasar al Zócalo. “¿Qué, a poco ya mataron a Obrador?”, dijo sin empacho el mendigo. 

Los dos contingentes juntaron a 200 personas si acaso, pero la policía paralizó la ciudad con el cerco.

 

PL