José Ureña

Emilio Lozoya Austin se sentía perdido.

Encarcelado en España y sin una luz de esperanza para recuperar su imagen y su libertad.

Encima se le vino la venganza cuatrotera con todo su aparato mediático para convertirlo en víctima favorita del neoliberalismo.

El neoliberalismo pasado, el antepasado y el de más atrás para fabricar una plataforma política para el 2021.

Pero Emilio Lozoya Thalman, padre del indiciado, resultó muy audaz.

Miembro del gabinete ampliado de Carlos Salinas y amigo de Manuel Camacho Solís, buscó salidas en beneficio de su hijo.

Era muy amigo, dicho está, de Camacho Solís.

Y el segundo en todo de Camacho Solís de 1988 a 1994 fue Marcelo Ebrard Casaubón.

Primero como secretario General de Gobierno del Distrito Federal (GDF), luego como secretario general del Partido Revolucionario Institucional (PRI) en la capital y después como subsecretario de Relaciones Exteriores.

La relación, por tanto, estaba hecha.

Con esa confianza, don Emilio Lozoya Thalman se acercó a Ebrard Casaubón en busca de algún beneficio para su hijo.

Prometió información privilegiada para sancionar la corrupción peñista para satisfacer la voracidad cuatriotera.

Lógico, hubo entendimiento.

EN POS DEL ÁNIMO SOCIAL

Las negociaciones rindieron fruto.

Se convino en entregar información útil -electoralmente, debiera subrayarse- para enjuiciar la corrupción en el Gobierno de Enrique Peña Nieto.

El tema fue llevado, previa instrucción superior, al fiscal General de la República, Alejandro Gertz Manero.

Se cumplió el trámite de la repatriación y ahora todo está bajo análisis.

Desde los dineros recibidos por corrupción de Odebrecht hasta el financiamiento de la campaña del Partido Revolucionario Institucional (PRI) para Peña Nieto.

La información, como dijimos aquí el lunes, deja muchas dudas y quién sabe si al final sirva para los fines jurídicos.

Pero eso es lo de menos: lo importante es empujar el ánimo social contra el pasado para plantear la disyuntiva en la campaña del año próximo:

-Purificación del sistema político mexicano o regreso a la corrupción de panistas y priistas.

Así va la apuesta morenista para el 2021.

AVENTUREROS POLÍTICOS

1.- No quepa duda.

El PRI paga el aventurerismo político con la pérdida de un escaño en el Senado de la República.

Llevó de propietaria Vanessa Rubio, una burócrata sin carrera partidista, y de suplente a alguien sin identidad, Nancy Guadalupe Sánchez.

Hoy Ricardo Monreal puede presumir una senadora más en su bancada porque nuestra legislación tiene esa manga ancha.

El partido del Gobierno tiene un espacio no ganado con el voto popular.

Qué distinto sería si curules y escaños fueran escriturados a quien los gana en las urnas y por lo tanto representantes populares, según la interpretación política.

Y 2.- Una de las empresas reactivadas es la minería.

Una industria con al menos 21 muertos por coronavirus, un elemento más de negociación del sindicato minero metalúrgico de Napoleón Gómez Urrutia.

Esto se dio pese a los controles impuestos por empresas como Compañía Minera Autlán, ArcelorMittal y Newmont Peñasquito.

¿Por qué puede servir a los líderes sindicales?

Porque con la lista de contagiados y muertos están en posibilidad de exigir mejores condiciones de trabajo y por supuesto mayores salarios.

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