Una galería de arte de Tokio propuso a los visitantes que “robasen” las obras que quisieran, por lo cual la exposición duró apenas 10 minutos y, como para muchos la cultura era lo de menos, parte del botín acabó en páginas web de subastas.

Los organizadores pensaron que el evento sería más bien confidencial, pero la información se propagó rápidamente a través de las redes sociales. Así que casi 200 personas acudieron a la inauguración, poco antes de la medianoche del jueves.

Los “malhechores” fueron tan eficaces que la exposición quedó desvalijada de sus obras en menos de diez minutos. Se suponía que duraría diez días.

Hubo tal multitud que la policía llegó al lugar, donde los organizadores disiparon cualquier malentendido. Robar estaba permitido.

Esta exposición era un “experimento”, supuestamente para transformar la relación entre los artistas y el público, explicó a la AFP Tota Hasegawa, promotor del proyecto.

Yusuke Hasada, de 26 años, logró apoderarse de un billete arrugado de 10.000 yenes (unos 83 euros, 93 dólares) enmarcado, que formaba parte de la instalación “My Money” (Mi dinero) del artista Gabin Ito.

Llegó una hora antes del momento de apertura previsto. El joven, uno de los pocos que no se fue con las manos vacías, se colocó estratégicamente delante de la entrada de la galería.

El placer de la transgresión

“Cuando ellos (los organizadores) anunciaron que abrían antes, todos los que estaban detrás de mí se apresuraron a entrar. Casi me caigo”, contó a la AFP. “Fue aterrador.”

El joven dice que quiere guardar el fruto del robo para decorar el apartamento.

Otros eran más interesados: unas horas después del atraco, varios objetos de la exposición ya estaban a la venta en los sitios de subastas, en ocasiones a precios de hasta 100.000 yenes (más de 800 euros, 900 dólares).

Yuka Yamauchi, una ingeniera de 35 años, llegó cuando faltaba un cuarto de hora para la medianoche, justo a tiempo para ver a los demás salir con el botín.

“Hace tiempo que no veía a tanta gente”, comenta. Actualmente la mayoría de los habitantes de Tokio evita las concentraciones por miedo a contraer el coronavirus, que está en aumento en la capital japonesa.

La joven tuvo que conformarse con un premio de consolación: una pinza que probablemente se usó para colgar una de las obras. “La encontré en el suelo, así que me la quedé de recuerdo”, declaró, riéndose.

La posibilidad de robar objetos atrae a más público y procura a los visitantes un cierto placer, el de la transgresión, según Minori Murata, una artista que expuso carteras con dinero y tarjetas de crédito.

La sociedad japonesa no tiene la costumbre de quebrantar las prohibiciones y la tasa de criminalidad del país es muy baja.

De hecho, algunos de los ladrones de la exposición se comportaron como caballeros, estimó el organizador Tota Hasegawa.

¿En qué sentido? Cuando uno de los asistentes “perdió el bolso con la cartera en su interior, el objeto fue recogido, entregado a alguien de la organización y devuelto a su propietario”, contó.

 

aarl