Uno de los temas de gran cobertura mediática durante esta administración ha sido la venta del otrora avión presidencial. Sin duda, el José María Morelos y Pavón (JMMP), nombre con el que fue bautizada la aeronave, es una de las muestras de los abusos y el distanciamiento que la clase política del antiguo régimen tenía respecto a la sociedad mexicana, así como de las resistencias por dejarlos atrás, para dar paso a lo que el presidente Juárez llamó la honrosa medianía.

 

Con un precio de adquisición de 218 millones de dólares, el JMMP fue acondicionado para incluir la mayor cantidad de lujos y comodidades (los cuales han hecho más difícil colocar la aeronave en el mercado) para los viajes de los mandatarios de las administraciones pasadas, y durante cada vuelo se generaban gastos por servicios sobrevaluados que difícilmente fueron auditados o transparentados y que, cuando lo fueron, mostraban los excesos en que incurrieron las administraciones pasadas. Por ejemplo, en 2015, el entonces presidente de México realizó una visita a Reino Unido en la que tan solo el servicio de alimentos a bordo del avión tuvo un costo de un millón 414 mil pesos.

 

Como parte de la austeridad republicana que el ahora presidente, Andrés Manuel López Obrador, impulsa como política de Estado, y que fue una de las principales consignas durante su campaña, es prioritario poner fin a los lujos excesivos de la burocracia y en todo el servicio público, no sólo porque esto genera ahorros importantes para el país, sino porque resulta incongruente que, en una nación con más de 60 millones de personas viviendo en la pobreza, la cúpula del sector público tuviera acceso a un estilo de vida lejano a la realidad que la gran mayoría que las y los mexicanos enfrentan día con día.

 

Las imágenes del presidente López Obrador ocupando un lugar en un vuelo comercial para realizar su primer viaje fuera de México, y más aún, para llevar a cabo una visita oficial a los Estados Unidos, son sólo uno de los ejemplos de la puesta en marcha de las ideas que sustentaron el movimiento que fue electo democráticamente el 1 de julio de 2018. Lejos de incumplir sus promesas de campaña, la manera como realizaron este viaje el titular del Ejecutivo federal y quienes lo acompañaron muestra que el actual Gobierno predica con el ejemplo y no se queda en el discurso.

 

No se trata de algo menor, pues realizar un viaje bajo estándares de austeridad derriba los mitos y las justificaciones en que la clase política del pasado se escudaba para acceder a lujos que para la mayoría de las personas resultarían impensables. Al mismo tiempo, demuestra que la labor presidencial no implica un alejamiento de la sociedad, al contrario, la actitud del actual Presidente refuerza la necesidad de permanecer cerca de la gente que representa.

 

Si bien la política de austeridad republicana es algo mucho más amplio, el viaje de Andrés Manuel López Obrador marca así un claro rompimiento, un antes y un después, ya que ahora resultará difícil encontrar argumentos para que las y los servidores públicos realicen sus funciones con la parafernalia del poder característica del pasado.

 

El Presidente ha dejado en claro que no existen motivos para alejarse de la convivencia cotidiana con la sociedad mexicana, que el aislacionismo no es una medida efectiva para dirigir la política de un país, y que la burbuja que envolvía a las y los servidores públicos en el pasado no tiene razón de seguir existiendo.

 

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