La primera cumbre de la Tierra se celebró en Estocolmo, Suecia, en 1972. Ya desde aquel entonces los mandatarios del mundo apreciaban los primeros síntomas del calentamiento y del desgaste de la Tierra provocado por el hombre.

En ese momento, cuando aún quedaban 28 años para que cambiáramos de siglo y de milenio, había señales inequívocas de alarma sobre consecuencias catastróficas si el hombre seguía por el camino de la destrucción.

Tuvieron que pasar 20 años para que los representantes planetarios volvieran a reunirse, esta vez en Río de Janeiro, Brasil. Hubo apretones de manos, se juntaron güeros y morenos, altos y bajos, hombres sesudos y personas vehementes. Todo fueron principios de intenciones y bonitas palabras. Pero los acuerdos de verdad no llegaron a ningún puerto; y no llegaron a ninguno por los emolumentos que se tenían que destinar para equilibrar el planeta. Era mejor seguir construyendo fábricas que destinar el mismo dinero en optimizarlas para hacer un aire más limpio.

Han pasado más de 25 años desde Río; veinticinco años de reuniones anuales, de juntas interminables con más forma que fondo. Se han desperdiciado veinticinco años mientras el planeta ha agonizado; ha envejecido a gran velocidad.

Ha pasado un cuarto de siglo y 7 mil millones de virus hemos ido fagocitando nuestra casa común. Hemos sido corresponsables de que el descuido a nuestro planeta tenga repercusiones en las que ya no se puede volver atrás.

Tuvo que llegar un enemigo invisible, pero letal, para que la Tierra empezara a renacer. Ese virus cerró fábricas e hizo que los aviones dejaran de volar, y cayó el precio del petróleo y se perdieron millones de puestos de trabajo y murió mucha gente viendo la muerte de tú a tú; y el virus se convirtió en el mayor peligro del hombre. Sin embargo, el hombre fue el auténtico virus contra la Tierra, contra la Humanidad, destruyéndola.

Tal vez el planeta y su energía han querido resarcirse y dar un toque de atención al ser humano. Dicen que el hombre es el único ser que tropieza dos veces en la misma piedra. No está el planeta para dar muchas oportunidades a los hombres.

 

                                                                                                                                            @pelaez_alberto