Foto: Twitter @FonaturMX  

Por Javier Velázquez Moctezuma

El Gran Acuífero Maya que se ubica en la Península de Yucatán es una maravilla de la naturaleza cuya formación se atribuye a un accidente astronómico y geológico ocurrido hace millones de años.

 

Quien se ha asomado a conocer un poco de este Acuífero y del sistema de cenotes asociado a él, no puede menos que asombrarse y quedar admirado por esta gran riqueza natural y, con un poco de sensibilidad patria, se sentirá también comprometido con la necesaria defensa y preservación de este espacio natural. Lamentablemente este sentimiento, que es compartido por miles de personas, no se ha traducido en políticas públicas que protejan estos cuerpos de agua de la contaminación.

 

La falta de tratamiento de las aguas residuales, las descargas de las plantas porcícolas de la Península y las descargas sin control de los asentamientos urbanos de la zona, han puesto al Acuífero de la Península en una situación crítica. La contaminación del Acuífero es una realidad, ha estado ocurriendo desde años atrás, sin que esto haya dado pie a grandes acciones que visibilicen este fenómeno.

 

En días recientes, la agitación y el revuelo en torno al proyecto del Tren Maya volvió a subir de temperatura. El anuncio de que culminaba el proceso de adjudicación de tres tramos para la construcción del Tren, aunado a la intención del Presidente López Obrador para dar los banderazos de salida a la obra, han sido motivo para desatar una reacción virulenta por decir lo menos, por parte de organizaciones y grupos civiles que cabe mencionar, han sufrido una metamorfosis meteórica: han pasado de defender los derechos indígenas a estar preocupados por el COVID-19 y hoy enarbolan la bandera del medio ambiente.

 

En publicación reciente en el Diario La Verdad, de Yucatán, dos organizaciones de la sociedad civil: la Asamblea de Defensores del Territorio Maya Múuch Xíinbal y el Consejo Civil Mexicano para la Silvicultura Sostenible, anunciaron que solicitaron la intervención de la Comisión Interamericana de los Derechos Humanos (CIDH) para evitar el “presunto” daño que la construcción del Tren provocará en el Gran Acuífero Maya.

 

Estas organizaciones acusan a las autoridades mexicanas (de los tres órdenes de gobierno) de ser omisas y no haber garantizado una infraestructura adecuada y suficiente para el tratamiento de las aguas residuales y el manejo de los residuos sólidos. Además de haber otorgado concesiones para carga y descarga de agua que son operadas sin control ni medidas de prevención ni mitigación, poniendo en peligro el patrimonio histórico, identitario y cultural de los pueblos mayas, así como su salud y sus vidas.

 

Esta nota en verdad me sorprende y me llena de preguntas e inquietudes. Primero: ¿ Porqué se hacen a un lado las instancias nacionales que protegen los Derechos Humanos en México? La Comisión Interamericana de los Derechos humanos (CIDH) con prestigio bien ganado, poco tendría que hacer en nuestro país si no se han agotado antes todas las instancias nacionales que pudieran tener injerencia sobre asuntos propios del Estado Mexicano. Me parece una ligereza imperdonable que no se hubiera hecho así antes de recurrir al extranjero.

 

En segundo lugar, me llama mucho la atención que estas organizaciones recurran a instancias internacionales para denunciar daños que ocasionará el Tren Maya, cuando en la realidad, estos daños ya ocurren desde algunas décadas.

 

Si en verdad estas organizaciones están preocupadas al extremo de las cuestiones ambientales como lo pregonan, yo pregunto: ¿Cuántas veces han acudido a las instancias internacionales (porque las nacionales no las toman en cuenta) para visibilizar el problema de la contaminación en el Acuífero Maya? ¿Qué acciones han realizado a nivel internacional para que se atienda el problema de la pérdida anual de más de mil hectáreas de selva? ¿Cuántas veces han pedido ayuda internacional para intervenir en el problema de la deforestación inmoderada provocada por la industria ganadera, que es el principal emisor de gases de efecto invernadero en el planeta? ¿Alguna vez habrán solicitado a la Comisión Interamericana, a la CIDH, que intervenga para evitar la instalación de las grandes plantas porcícolas que ya existen y que ya están contaminando al Gran Acuífero Maya? Considero que estos temas tan graves sí merecen la atención de cuantas instancias fueran necesarias. Toda esta desgracia ambiental es real y está sucediendo sin el Tren Maya y seguramente continuará sucediendo mientras los hoy defensores del Gran Acuífero Maya, se enfocan en el Tren como la causa de todos los males de este gran cuerpo de agua.

 

No me cabe duda de que muchas de las personas que forman parte de estas organizaciones, tienen un genuino interés y compromiso con su país y con su entorno; sin embargo, las expresiones que se han dado en los últimos días por parte de los dirigentes de estas asociaciones, dejan poco claros los principios que los mueven. Cuando son grandes ideales los que mueven a un movimiento, surgen argumentos, ideas, se promueve el sano y necesario debate. En cambio, hemos presenciado declaraciones, en su mayoría altisonantes, en donde se insulta, se ataca y se difama y que, además de ser superficiales y retorcidas, no tienen nada que ver con la realidad y poco aportan a un debate público, serio e informado. Un debate no entre grupos, sino de cara a la sociedad. Un diálogo circular.

 

México necesita debate que enriquezca, con altura de miras; sin embargo, muchos de los argumentos dejan ver que se miran los arbustos, en lugar de ver el bosque, porque así como estas organizaciones manifiestan su compromiso con la preservación del ambiente, así hay muchas otras instancias de gobierno que están comprometidas con la defensa y preservación del Acuífero y es un compromiso en los hechos, no en declaraciones.

 

Para la realización del proyecto Tren Maya se han hecho infinidad de estudios y acciones orientadas a la defensa y preservación del Acuífero. Acciones que son promovidas, no por una orden, sino por un convencimiento pleno de muchos profesionales que estamos participando en el proyecto del Tren: el Acuífero Maya se debe proteger y preservar. No vamos a actuar como se hizo en años anteriores, en donde sólo se pensaba en el beneficio económico sin pensar en el cuidado del medio ambiente.

 

Desde sus inicios se ha declarado que el proyecto del Tren Maya es un proyecto vivo en su planeación, cada kilómetro ha sido y es analizado con sumo cuidado, por lo que es un proyecto con múltiples oportunidades de mejora. De hecho, el Fonatur ha expresado siempre su disposición a escuchar y atender críticas, sugerencias y observaciones.

 

Desde el inicio de este gran proyecto, se ha invitado a instituciones académicas, científicos y organizaciones de todo tipo a que aporten su talento y conocimiento en la configuración del mismo. Ha habido grupos que, tomando la invitación, se han involucrado y han aportado elementos interesantes los cuales se han recogido y se han integrado para fortalecerlo, Lamentablemente otros, con actitud veleidosa y en muchas ocasiones, protagonista, han optado por no conocer a fondo el proyecto del Tren Maya y han levantado la voz alertando sobre los “supuestos daños” que el proyecto generará.

 

El Tren Maya es un proyecto de desarrollo socioeconómico que pone en el centro, mejorar la calidad de vida de los habitantes de una zona históricamente olvidada y miserable.

 

Es una realidad lacerante el grado de precariedad y miseria que agobia a miles de habitantes de la región. La pobreza extrema en la que viven cientos de comunidades, particularmente las indígenas, es un tema que debe de indignar, movilizar y convocar a la solidaridad y a la acción de toda la sociedad. El gobierno está orientando los programas sociales para atender a este importante segmento de la población que, por décadas, ha estado relegado de cualquier tipo de bienestar. Es una acción de justicia social atender a esta población.

 

¿Acaso estas organizaciones han solicitado a las instancias internacionales su presencia para atender esta situación? ¿Quién de estos defensores de los pueblos indígenas ha enarbolado la causa de defender a los más desposeídos? Me encantaría saber si lo han hecho y si no ha sido así ¿por qué le achacan al Tren Maya daños que no han sido causados por el proyecto? ¿Por qué querer presentar posibilidades como realidades? ¿Por qué voltear la mirada hacia un futuro preconcebido, sin ver el presente en el que se encuentran los pueblos indígenas? ¿Cuál es el objetivo que persiguen con esta oposición obcecada? ¿Acaso quieren qué las cosas se mantengan igual?

 

Quienes se oponen al proyecto sin conocerlo, se oponen a una oportunidad histórica que este gobierno le ofrece a los desposeídos de la región, una población por décadas invisible cuyos derechos humanos nadie ha querido defender. Ubiquemos lo que está en juego, antes de frivolizar con invitaciones sonoras a instancias extranjeras que, ya lo saben de antemano, no prosperarán.

 

Si hay un interés real en defender las causas indígenas, súmense al debate, súmense al proyecto, aporten su experiencia, su conocimiento y su compromiso con la zona. Sí Se Puede. El Fonatur y el Tren Maya siguen abiertos.