La cuarentena por el coronavirus no sólo se vive en las casas y departamentos de los países, sino en altamar, con la barrera oceánica entre el confinamiento y la ansiada libertad.

Cientos de cruceros están detenidos en medio del mar, con miles de tripulantes atrapados desde hace dos meses. Algunos se sienten a salvo del Covid-19, pero otros se han tirado por la borda.

“Es el mismo día todos los días. Es difícil mantenerse mentalmente sano”, sostuvo Ryan Driscoll, estadounidense de 26 años que lleva 80 días sin tocar tierra.

Driscoll es cantante del Seabourn Odyssey, un crucero de la corporación Carnival parado frente a la isla caribeña de Barbados: “Estamos anclados, vemos tierra todos los días; a 200 metros, y no podemos bajarnos”.

El 13 de marzo, todos los cruceros recibieron la orden de no navegar. Los que tenían pasajeros consiguieron desembarcarlos tras complicadas negociaciones, pero otros tripulantes han estado desde entonces en un limbo.

Las líneas han repatriado a miles en estos dos meses, pero el proceso es lento y caro, porque los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades exigen que sean transportados en vuelos chárter -suponiendo que los países de destino reciban a sus nacionales.

Solo en aguas estadounidenses quedan 60 mil tripulantes a bordo de 90 cruceros.

En las últimas dos semanas, cuatro tripulantes fallecieron por motivos no vinculados al virus en distintos cruceros: uno por “causas naturales” que no fueron divulgadas y tres por aparente suicidio. Dos se lanzaron por la borda.

Infografía: Xavier Rodríguez

 

‘No quiero morir, nos han abandonado’

AFP

“Tengo miedo, no quiero morir, pero según mi punto de vista es una cuestión de tiempo, voy a morir”, relató un músico brasileño de 52 años que no quiere dar su nombre ni el del barco donde está, en el Pacífico oriental, “nos han abandonado, nos han echado aquí a morir”.

Otro brasileño, Caio Saldanha, un DJ de 31 años que ha sido transferido a distintos barcos de Royal Caribbean, elevó una denuncia a la oficina de la Alta Comisionada de Derechos Humanos de la ONU por la “situación de encarcelamiento” que padece en manos de la empresa.

Otros pasajeros se sienten bien porque, dicen, están a salvo de la pandemia que azota tierra firme.

 

Se propicia la idea suicida

Según Jeremy Pettit, profesor de psicología de la Universidad del Sur de Florida, la ansiedad que produce estar atrapado y lejos de familia y amigos, con soledad y aburrimiento, incrementa el riesgo de depresión y pensamientos suicidas.

Esto se agrava con la desesperanza.

“No sabemos qué pasará en el futuro. No hay respuestas ni luz al final del túnel”, dice el pasajero Ryan Driscoll.

La semana pasada, tripulantes protestaron a bordo del Majesty of the Seas, en el Caribe, con carteles como “¿Duerme bien, señor Bayley?”, refiriéndose al presidente de Royal Caribbean, Michael Bayley, según el blog especializado Cruise Law News.

Antes, tripulantes del Navigator of the Seas iniciaron una huelga de hambre que, según la empresa, ya se resolvió; y al menos dos peticiones en Change.org que piden desembarcos suman firmas rápido.
 

LEG