Los verdaderos expertos ocupados en controlar la pandemia de Covid-19 están comprometidos con la salud, no con sus jefes.

 

Los médicos epidemiólogos que se respetan no exponen su prestigio ni incumplen el juramento hipocrático para satisfacer los deseos políticos de los dirigentes de sus países. No están deslumbrados por el reflector político y lejos de recitar poesía, toman muy en serio el cuidado de la gente.

 

Anthony Fauci, por ejemplo, no la tiene fácil. El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, presiona todo el tiempo para reiniciar cuanto antes con las actividades económicas que le den impulso a su campaña electoral. Pero el director del Instituto Nacional de Alergias y Enfermedades Infecciosas advierte con claridad del peligro de priorizar las actividades económicas sobre la salud.

 

Y se le van encima a Trump, no pocos republicanos, Fox News, muchas empresas interesadas en no perder más dinero. Pero Fauci se mantiene en lo dicho. Y lo hace con base en los datos disponibles. Porque allá, en Estados Unidos, sí aplican pruebas para detectar la Covid-19 y sí tienen un panorama mucho más cercano a la realidad de la epidemia que ataca a su país.

 

En España es lo mismo, el director del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias, Fernando Simón, tiene que lidiar con el presidente Pedro Sánchez, pero también con la poderosa oposición y con los Gobiernos de las autonomías y no a todos les gustan sus medidas. Pero no da un paso atrás porque es un experto, no se distrae con los reflectores de la fama efímera y tiene información confiable.

 

México es un país donde un solo hombre tiene la última palabra, lo mismo en temas de salud que economía… y todo lo demás. Si el presidente Andrés Manuel López Obrador cree que es momento del desconfinamiento, así va a suceder al costo que sea.

 

Lo hace frente a los expertos en materia de epidemias, que no son autoridad, aunque tengan el nombramiento y que están mareados por la fama política del reflector que les presta el Presidente.

 

Y lo peor de todo, lo hacen sin la información necesaria, confiable, actualizada y pertinente del verdadero tamaño de la epidemia de Covid-19 en México.

 

La mejor muestra de ese toque populista que le quieren imprimir a la estrategia de la 4T está en ese absurdo mote de los “municipios de la esperanza” a aquellos donde imaginan que no hay casos de Covid-19. Y lo imaginan porque no hay datos serios que avalen esa afirmación.

 

Incluso contrataron agencias de relaciones públicas para divulgar su plan de reactivación, mientras las autoridades sanitarias que saben la verdad de no contar con datos fidedignos callaron como momias.

 

Es pues una estrategia sustentada en la ignorancia del verdadero tamaño de la pandemia en México.

 

El mensaje correcto no es poner un semáforo en verde, color esperanza, donde no se tienen certezas de control de la enfermedad, lo importante es reforzar la idea de que las medidas sanitarias, de sana distancia, de lavado de manos, de uso de caretas, es el verdadero nuevo normal.

 

                                                                                                                                                      @campossuarez