Imagina por un momento que, durante esta cuarentena, te vieras obligado por tu profesión, no a quedarte en casa -encierro que de por sí provoca ansiedad e incertidumbre-, sino a estar expuesto al constante peligro de contraer el virus COVID-19, para brindar atención y ayuda a quienes presentan síntomas o lo padecen; o bien, que tuvieras que garantizar servicios necesarios a la población en el que está latente su aparición.

 

Esa es la situación a la que se enfrentan, todos los días, nuestras heroínas y héroes de la salud, y otras y otros trabajadores en riesgo, como quienes laboran en los hospitales, quienes protegen nuestra seguridad, quienes conducen el transporte público o recolectan la basura; o quienes realizan oficios que no pueden parar en esta emergencia, cuya existencia en el anonimato, a pesar de su importancia, pasa desapercibida y es ignorada.

 

Esas guerreras y guerreros viven al filo de la navaja, con el temor de contagiarse, pero con la angustia mayor de infectar a sus seres queridos. En particular, el personal de salud pasa largas jornadas de trabajo buscando aliviar y curar a los pacientes, mientras convive con el sufrimiento y la muerte, tratando de contar con equipo y medicinas suficientes.

 

¿Pudiste ponerte en sus zapatos por un instante? ¿Te pareció sobrecogedora su realidad? ¿Lograste tener empatía?

 

Ahora imagina que tú, o alguien cercano a ti, se dedica a alguna de estas actividades y que de repente, además de todas las contingencias a enfrentar, fuera discriminado o agredido como consecuencia de la irracionalidad, el miedo o la desinformación.

 

¿Sentiste el rechazo y temor que padecen? ¿Sentiste su dolor e indignación?  Espero que sí y que lo sintieras profundamente. Espero que pudieras darte cuenta de lo que estos trabajadores hacen por ti y por quienes quieres, por todas y todos nosotros.

 

De acuerdo con datos de 2017 de la OCDE, en México, existe un déficit de profesionales de la salud, con una tasa promedio de 2.4 médicos por cada 1,000 habitantes, de una media de 3.5 de los Estados miembros. En el caso de enfermería, en nuestro país, solo hay 2.9 por cada 1,000 habitantes, cifra muy inferior al promedio de 8.8.

 

Samantha decidió estudiar medicina porque estaba convencida que su carrera es un camino de servicio. Hace unos días, al salir del hospital, le gritaron “infectada”. A otros de sus colegas les han arrojado cloro, amenazado o golpeado; y va en aumento quienes han enfermado.

 

Más han sido los casos de segregación y lesiones a personal médico y de enfermería que de respeto a su labor. El CONAPRED informó que las denuncias por discriminación se incrementaron a más del doble entre el 6 y 9 de abril, siendo las más recurrentes: prohibir el uso de transporte y las agresiones físicas y verbales.

 

Este 1º de mayo, Día del Trabajo, brindemos honor a quien honor merece: a nuestras heroínas y héroes de la salud y de otras labores de riesgo.

 

A todas y todos, nuestro mayor reconocimiento. Aunque no hay disculpa que alcance para resarcir la exclusión y ataques sufridos, perdón por ello. No debemos tolerar ni permitir ninguno más.

 

Lo menos que podemos hacer es ser solidarios y recíprocos para protegerlos a ustedes y a los suyos. Infinitas gracias por cuidarnos y por luchar para salvar vidas.

 

*Comisionada Ciudadana del Instituto de Transparencia de la Ciudad de México.

Twitter: @navysanmartin