Negocios cerrados, calles semivacías, patrullas fuera de los supermercados y personas que caminan por las calles marcando distancia de otras, son algunas de las nuevas postales de la capital del país, que apenas hace unas semanas bullía de vida y actividad.

Y es que la pandemia de Covid-19 llegó a cambiar la dinámica de los habitantes de la CDMX, que de una u otra forma se han visto afectados en sus bolsillos, en sus actividades diarias o, en el peor de los casos, en su salud, pues con más de 500 personas, es la región que encabeza la lista de contagios en México.

En el Centro Histórico, una valla rodea la plancha del Zócalo y otra impide transitar por la calle Madero, mientras que en Coyoacán, la gente mira con tristeza las cintas amarillas de peligro que indican el cierre de la Plaza Centenario; como esos lugares, cientos de parques y plazas comerciales de la capital permanecen sin actividades.

En los supermercados, que permanecen abiertos para que la gente pueda adquirir víveres, algunos clientes discuten porque no los dejan pasar en familia a hacer sus compras, como era su rutina, pero la medida es necesaria para evitar aglomeraciones.

También se han puesto señales en el piso, frente a las cajas, para que los clientes sepan la distancia (la sana distancia) que deben tener unos de otros durante esta contingencia.

Para Luis, quien acude a un Walmart a hacer las compras para su familia, “esta medida de sana distancia me parece buena, porque no sabes si la persona que está atrás o delante de ti es asintomático y aquí en las cajas te contagias; aparte vengo a hacer el súper con mi cubrebocas y mi gel antibacterial, no se sabe la cantidad de personas que vienen y dejan sus virus en la mercancía”, indicó Luis.

Además, como en una guerra (porque la lucha contra el Covid es una guerra), las tiendas han implementado un límite de compras para productos básicos como atún, aceite, arroz y frijol, entre otros, porque aunque el abasto está garantizado, es necesario que todos alcancen a hacer sus compras del día.

Mientras que en las líneas del Metro, las arterías de la Ciudad de México, muchos de quienes no pueden trabajar desde su casa utilizan cubrebocas y cargan con un gel antibacterial para combatir a ese enemigo invisible que es el coronavirus.

“Yo uso mi cubrebocas de tela y traigo mi gel antibacterial; de por sí en el Metro luego agarrabas el tubo y estaba humedo, ahora debo de limpiar mis manos a cada rato; me da miedo venir, pero tengo trabajo, gracias a Dios”, asegura Gabriela, quien trabaja para una empresa en Polanco.

Y en los tacos del Paisa, en la Agrícola Oriental, el taquero parte la carne con actitud impasible, como lo ha hecho toda su vida, mientras relata que la venta ha bajado hasta 50% desde que comenzó la contingencia, pero agradece que las autoridades no han cerrado su puesto, en el que ya tiene gel antibacterial.

No se le nota en el rostro, pero su voz denota nostalgía a la época en que, mal encarado, veía la larga fila de gente que le faltaba por atender; hoy le echa más carne a los tacos, no vaya a ser que se le quede.

Para él, para todos, sólo queda esperar a que pase la contingencia. Sólo queda resistir.

LEG