El escenario era peor que el día anterior. El número de casos confirmados aumentaba, aun en la limitación de las cifras oficiales. Los mercados financieros mantenían su derrumbe y el peso que había marcado un máximo histórico en 23 pesos por dólar, ahora lo hacía en 24 pesos por dólar.

Ese era el marco perfecto para que la mañana del miércoles 18 de marzo el presidente Andrés Manuel López Obrador se mostrara como el líder que hoy le hace falta a México, como el estadista que es capaz de dejar de lado su visión partidista y su deseo permanente de polarización para lanzar esas medidas extremas que hoy todos estamos dispuestos a acatar.

Pero no, lo que nos entregó el líder de la 4T fue un poco más de esa visión limitada y parcial. La conferencia mañanera se dedicó a hablar de su personalísimo proyecto de construir un aeropuerto en la lejana base militar de Santa Lucía.

No importa que las aerolíneas más importantes de México y el mundo hayan dicho que no operarán en esa “central avionera”. Vamos, al presidente en su mañanera ni siquiera le importó si sobrevivirá alguna aerolínea a esta crisis del coronavirus covid-19 para que usen su aeropuerto.

En estos momentos en que estamos en emergencia mundial para tratar de limitar los contagios de la pandemia, afortunadamente los mexicanos se organizan, como sucedió por ejemplo en 1985 tras los sismos, para dejar claro que ante un gobierno rebasado la sociedad puede tomar el control de las medidas para salvar la vida.

Auto confinamiento, medidas sanitarias, distancia social, en fin. Todo lo que es posible en este inicio de la fase de contagios masivos del covid-19.

Pero hay otro tipo de decisiones que corresponden al gobierno que se tienen que tomar con toda la autoridad de un jefe de estado. Uno que hoy prefiere no renunciar a su efeméride consentida de la expropiación petrolera y juntar a mil personas, antes que atender la realidad de que con el petróleo en 15 dólares se avecina una crisis.

El único experto en el tema no es un todólogo capaz de asumir la responsabilidad de las decisiones económico-financieras que hay que tomar. Además de que el secretario de facto de Salud, Hugo López-Gatell, decidió despojarse de sus hábitos de científico para enfundarse en el ropaje que porta la feligresía para nombrar al presidente como el incontagiable portador de la fuerza moral.

La economía mexicana está abandonada a su suerte y el mundo lo sabe, por eso la presión en contra de los mercados mexicanos se ha intensificado.

El mundo se preparara para enfrentar una recesión que nadie sabe qué tan profunda será. Los países toman medidas dependiendo el tamaño de sus economías. Pero México no. Este país no tiene esa previsión, porque aquí el presidente lo ve todo bien.

Las reacciones serán ante las consecuencias negativas que se vayan presentando. Y el discurso será el mismo: no somos iguales, aquí se combate la corrupción y con eso hay fe de que la pandemia no nos hará nada.

 

                                                                                                                                     @campossuarez