El príncipe Hamlet se contempla en el espejo de los vestuarios del estadio Bernabéu, se desconoce, se debate en búsqueda histérica de su esencia. “Y, sobre todo, sé fiel a ti mismo, pues de ello sigue, como el día a la noche, que no podrás ser falso con nadie”, se le escucha citar la obra de Shakespeare con voz estentórea.

Ser fiel a sí mismo como único camino contra la autotraición. Ser fiel a sí mismo como última defensa de una esencia. Fidelidad diluida al olvidar cómo se llama, de dónde viene, quién es.

Que el Real Madrid busque esta semana excusas en los fallos arbitrales, sólo profundiza más la crisis, sólo falla más a su esencia. Los blancos no se han ido derrotados de casa, en la ida de los octavos de final de la Champions, por culpa de las determinaciones del árbitro, si aquel penalti, si aquella expulsión. El cuadro merengue viajará a Mánchester en desventaja porque así lo mereció, porque soberbio ignoró las alarmas, porque perezoso renunció a todo lo que dejaba de efectuar, porque ansioso por asegurarse el futuro con fichajes adolescentes, olvidó su presente. Y en su presente no hay gol.

Nada novedoso admitiendo que la Champions de 2018 ya se ganó con un bloque oxidado, muchísimo menos si se considera que la salida de quien garantizaba en promedio un gol por partido no fue remediada: ni en lo inmediato, aquel verano en el que el gigante blanco no tenía quién quisiera dirigirlo, ni año y medio después, cuando se han gastado cientos de millones de dólares para que no se cauterice ni un ápice la herida heredada. Como la persona que pierde una extremidad llega a seguir sintiéndola, el Madrid se explora el Cristiano Ronaldo amputado: lo siente, pero en el área no está, ahí el limbo existencial.

Demasiada fe, por no decir estupidez, hace falta para suponer que porque se trata de cierto torneo, lo que ha fallado dejará de fallar. El Madrid padece para anotar un día sí y otro también, contra débiles y contra poderosos, alinee a unos o a otros, así que lo que no funcionó contra Celta o Levante, evidentemente tampoco funciona contra un gigante británico como el City.

Apenas en 2018 la vida era aquello que pasaba mientras el Madrid reinaba sobre Europa; hoy Europa es aquello que se escabulle mientras este equipo se aleja del futbol.

Si el debate es entre ser o no ser, el club merengue ha apostado desde buenos meses atrás por lo segundo. Su esencia más demoledora era ganar. Imposible aspirar a ello así, con su entrenador tan aferrado a quienes fueron y no a quienes hoy son, complementado por un presidente sólo ávido por comprar a quienes acaso serán.

Un debate final espera a este Hamlet en los vestuarios del estadio Etihad. Visto lo de este miércoles, sería un milagro que el príncipe blanco vuelva a ser.

Twitter/albertolati

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