Por más que se promueven campañas contra la discriminación, y que se haya establecido un día para reiterar la “cero” tolerancia a esta práctica (1º de marzo), a diario nos enteramos de algún caso de acoso contra alguien que se considera distinto por alguna condición de salud, física, económica, racial, género, preferencia sexual, u otra.

 

Para una cinéfila como yo, vienen a mi mente una serie de películas que abordan este comportamiento: “Philadelphia” que habla de la exclusión laboral de un abogado con VIH, “Extraordinario” sobre el intento de bullying a un pequeño con una deformidad facial, “El color púrpura” que trata del abuso de poder y violencia contra mujeres de color; o bien, “Roma” que aborda el racismo y clasismo en México hacia las trabajadoras domésticas.

 

Pero ¿por qué lo que se estima “diverso” se segrega y quién determina que esta distinción no debe ser aceptada? Esta creencia es falsa, porque si bien todas y todos somos personas, ninguna es idéntica a otra, y es en nuestras diferencias donde radica nuestro valor, es lo que enriquece a la humanidad.

 

En la Constitución Federal y de la Ciudad de México, y a nivel legal, se prohíbe cualquier acto de discriminación, porque se reconoce la libertad e igualdad en dignidad y derechos; no obstante, la realidad se asemeja a la perspectiva que George Orwell plasmaba en su novela “Rebelión en la granja”, con la frase: “todos los animales son iguales, pero algunos son más iguales que otros”.

 

La discriminación en nuestro país muestra un patrón de conducta arraigado en la sociedad, que ensancha brechas. Así lo refleja la Encuesta Nacional sobre Discriminación 2017 del INEGI y el CONAPRED, que reporta que una de cada cinco personas en México ha sido discriminada en el último año.

 

Según cifras de la misma encuesta 23.3% de los participantes señaló que en los últimos cinco años se le negó sin justificación algún derecho, en ámbitos como la salud, la educación y el trabajo.

 

De acuerdo con el Informe anual de actividades y ejercicio presupuestal 2018 del CONAPRED, las principales causas de discriminación que ocurrieron en ese año fueron por discapacidad, condición de salud y género. La Ciudad de México fue la entidad con mayor registro de quejas ante ese organismo (358), seguida por el Estado de México (106) y Jalisco (55).

 

La protección de los datos personales y su control, a través de los derechos ARCO (acceso, rectificación, cancelación y oposición), evita la discriminación, pues sirve de llave a las personas para decidir quién entra y quién sale de su espacio de privacidad, salvaguardando su dignidad.

 

El estado de salud, la raza o etnia, las ideas religiosas y políticas son algunos de los datos personales denominados “sensibles”, porque afectan la esfera más íntima de su titular y pueden propiciarle un riesgo grave o marginación, por ello, su tratamiento requiere del consentimiento expreso.

 

Las instituciones públicas y privadas deben cuidar la información personal que poseen, y en caso de no hacerlo, el Instituto de Transparencia nacional (INAI) y de la capital (INFO-CDMX) intervendrán para asegurar su garantía.

 

El rechazo de una persona a otra es negarse a sí misma, pues es como mirarse al espejo y no reconocerse como ser humano. Por eso, defender el derecho a la igualdad de cualquiera, es proteger mi valor de ser diferente.

 

*Comisionada Ciudadana del Instituto de Transparencia de la Ciudad de México (INFO).
Twitter: @navysanmartin