Ángel Álvaro Peña

Cuando hay monopolio de hospitales existe el acaparamiento de todo lo relacionado con la salud. Porque es precisamente en los hospitales donde se reúnen todos los productos con este problema.

Desde el instrumental médico hasta un pedazo de algodón llegan a los hospitales luego de un largo trayecto de producción y comercialización, donde, a pesar de todo, los intermediarios siguen siendo quienes encarecen este tipo de productos.

Es en los hospitales privados donde existe el mayor problema de salud, porque a pesar de las quejas y denuncias en su contra, no hay garantías de salud pero sí un alto costo. Hacer de un derecho un negocio no debe ser permitido, aunque haya quienes defiendan esta situación como un derecho de la libertad de empresa.

Lo mismo sucede con la educación y con la información, la necesidad es tan extensa que cuando se crea una alternativa particular, se violenta el Estado de derecho, pero como estamos acostumbrados a que el que mandaba en este país era el que tenía más dinero, pues nunca hubo una protesta y si las hubo se contaba con el dinero suficiente para que no se difundiera.

Así, la medicina privada se convierte en un verdadero peligro para los mexicanos que optan por esta opción y que pagan altos salarios a los médicos y un paquete de algodón lo adquieren en esos hospitales hasta con un 1,000% de sobre precio.

Para esto no hay límites, aunque se trate de un derecho común como lo es la salud. La reglamentación al respecto goza no sólo de libertad, sino de impunidad. Lo peor es que el crecimiento y fortalecimiento del monopolio de los hospitales a lo largo y ancho de la República Mexicana no es de mexicanos. Es una familia de españoles que vieron la manera de saquear el país, como lo hicieron hace poco más de cinco siglos sus paisanos, y arrebatan a la mala lo que nos pertenece.

Desde el golpe de Estado que dieron contra el general José García Valseca, a quien le arrebataron la cadena del periódico El Sol, que llevaron a la quiebra por no conocer el negocio. Es un grupo de hermanos muebleros que lo mismo adquieren diarios, como el Excélsior, que canales de televisión, medios que utilizan como método de chantaje y condicionan todo tipo de canonjías, y ahora tienen, en la adquisición de los hospitales Ángeles, la mejor manera de aumentar sus fortunas, las cuales van a dar precisamente a España.

Se asociaron con funcionarios públicos de poca honestidad, treparon con engaños y amenazas hasta donde se encuentran y ahora quieren condicionar los servicios de salud a su favor.

Cuando se adueñan de los hospitales reducen los salarios de todo el personal a la mitad, y la desaparición total de las prestaciones, y condicionan su permanencia como trabajadores de esos nosocomios a la aceptación de este tipo de violaciones a los derechos laborales.

Así, encarecen medicinas, servicios médicos, instrumental, accesorios y hasta una botella de alcohol chica puede llegar a costar hasta 250 pesos, sin que haya un límite real para proteger a quienes caen en sus trampas en nombre de la calidad médica que deja, en realidad, mucho que desear.

La salud es un problema muy delicado como para ponerlo en manos de unos delincuentes. Debe regularse también la medicina privada y con severidad.

 

*Comentario a la columna Alma Grande del 17 de febrero.
Nos recuerdan que cuando Emilio Lozoya era director de Pemex, José Antonio Meade era secretario de Relaciones Exteriores y de ahí se fue a la Sedesol.

 

angelalvarop@hotmail.com