Héctor Zagal
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Dr. Héctor Zagal

Profesor investigador de la Facultad de Filosofía
Universidad Panamericana. SNI II

 

En septiembre del año pasado, María Elena Ríos fue atacada con ácido en Oaxaca. Se ha detenido a los autores materiales del crimen, pero aún no se ha atrapado al autor intelectual.

Ha pasado una semana desde el asesinato de Ingrid Escamilla a manos de su pareja Erick “N”. Una vez detenido, confesó haberla asesinado, desollado y eviscerado. Parte de los restos de Ingrid los echó al drenaje. Estamos en espera del dictamen penal.

Lamentablemente esta semana empieza con un nuevo caso de violencia: Fátima, una niña de siete años, fue encontrada en un costal sin vida, desnuda y con signos de tortura, en un terreno baldío de Tláhuac. Estuvo desaparecida desde el 11 de febrero.

Estas son casos de los que nos enteramos. Me aterra pensar en todos aquellos casos que no llegan a los medios de comunicación ni se vuelven virales en las redes sociales.

¿Cómo ha respondido la autoridad? El fiscal Gertz Manero ha puesto sobre la mesa anular la tipificación de feminicidio. En su lugar, se le considerará un agravante del homicidio. De acuerdo con sus declaraciones, a la fiscalía le cuesta trabajo determinar cuándo se encuentran frente a un caso de feminicidio y cuándo no. Sin embargo, afirma que los feminicidios han ido en aumento. Sabe cuánta tarea tiene, pero aún no sabe cómo hacerla.

El mal está en todas partes, en la vida privada, el espacio público y en las instituciones. Las burlas, el acoso, la violencia física, psicológica y sexual, forman parte del día a día de más de la mitad de las mujeres mexicanas mayores de 15 años.

Pero el machismo no es exclusivo de México. Tristemente la violencia contra la mujer es problema mundial, que va de la mano de culturas misóginas. En Emiratos Árabes Unidos la mujer puede trabajar siempre y cuando su marido lo apruebe. La libertad sexual también está prohibida para la mujer en algunos países musulmantes. Tener relaciones sexuales fuera del matrimonio es considerado un delito. Ello, claro, no impide que miles de mujeres sean violadas. Si queda prueba del acto (como un embarazo), la mujer será esposada y encadenada. En países desarrollados como Japón, apenas si hay mujeres en los altos puestos del gobierno y de las empresas. En algunos países de África, aún se sigue practicando la brutal mutilación genital femenina como pretendido ritual de purificación y de tránsito hacia la vida adulta.

La violencia de género es un tema “incómodo” para las autoridades y la sociedad. La normalización de prácticas violentas hacia las mujeres por ser mujeres hace que su eliminación se sienta como la destrucción de principios. En parte es así: son los principios de una cultura patriarcal. Creer que la mujer, y que lo que se considera exclusivamente femenino, es inferior es machismo. Y gran parte de este machismo es alimentado por acciones del día a día, como no ayudar en las labores domésticas o considerar a la mujer únicamente como un objeto sexual.

En la mayoría de los casos, la violencia es perpetrada por la pareja sentimental de la víctima, actual o pasada. Es cierto que los varones no están exentos de sufrir violencia durante el noviazgo o el matrimonio por parte de sus parejas femeninas. Sin embargo, la diferencia entre el número de casos es apabullante.

Volvamos al tema de la autoridad. Gran parte de las víctimas de violencia no denuncian a sus victimarios porque creen que no servirá de nada o porque al intentarlo han sido revictimizadas. Es decir, las instituciones y profesionales que las atienden ejercen violencia por medio de burlas, minimización de los hechos o al intentar responsabilizarlas por lo ocurrido. “Y la culpa no era mía, ni dónde estaba ni cómo vestía”.

Ser mujer no debería ser peligroso. Ser varón no debería basarse en oprimir a otros. Les diré algo. Tengo la impresión de que el machismo también se revela en un lenguaje falocéntrico: “coger” (como sinónimo de ganar), “muy verga” (como sinónimo de sagaz), “güey” ( de buey, toro castrado y manso), “tiene huevos” (como si los testículos fuesen sinónimo de entereza). La violencia contra la mujer, mucho me temo, permea nuestra sociedad en muchos niveles. A veces, sin pretenderlo, nuestro lenguaje hace del falo el símbolo del poder. ¿Qué opinan?

Sapere aude! ¡Atrévete a saber!

@hzagal

Profesor de la Facultad de Filosofía en la Universidad Panamericana