Los sueños están para cumplirse a su muy singular e inesperada manera. Treinta años sin ser campeones de Inglaterra hicieron que el Liverpool fantaseara con coronarse de la forma más explosiva y agónica, jugadores y aficionados suplicando al árbitro que ya pitara para recuperar ese trofeo que, en tiempos remotos, fue suyo más que de nadie.

Tan lejos de la catarsis del gol en el último instante o de una trabajada victoria en la jornada de cierre, los reds saben desde diciembre que más pronto que tarde asegurarán la liga. Nadie antes dispuso de 22 puntos de ventaja en la Premier y lo más factible resulta que siga sintiéndose frío en las islas británicas para cuando su distancia sea imposible de remontar.

Así que, lo que se suponía como batalla épica –jugadores enlodados despejando la pelota con súplicas de que no volviera a acercarse a su área, jóvenes llevando réplicas del trofeo como arreglo floral a la tumba de quienes no vivieron para verlo, llanto desbocado al quitarse cual dique la barrera en el choque final del año­– hoy no luce más que como marcha triunfal. Como si este ejército no entrara jamás en combate al avanzar por ciudades abandonadas o sin resistencia, los chicos dirigidos por Jürgen Klopp caminan con algo de maquinal rutina hacia la gloria.

Es el precio de haberlo hecho tan bien como para que no haya parangón de tan impecable temporada, sólo un empate cedido, 100 de los últimos 102 puntos disputados.

Los de Anfield no podían imaginarse en 1990 que ese título de la First Division (aún no llamada Premier League) no se repetiría por tres largas décadas. En 1963 habían dejado la segunda categoría y, desde entonces, fueron campeones de primera en catorce ocasiones. Tiempos en los que su acérrimo rival, Manchester United, tenía escasas 7 ligas contra las 18 que imponentemente presumía el Liverpool.

Luego este péndulo cambió de lado, años noventa y dosmiles tomados por su vecino bajo guía de Alex Ferguson. Todavía por ahí de 2006, cantaban a quienes llegaban de Old Trafford que volvieran cuando hubiesen conquistado 18 cetros como los exhibidos en las vitrinas de Anfield. En 2009 ya no pudieron hacerlo más: el United alcanzaba esa cifra y pronto la superaba hasta elevarla a 20.

El Liverpool tomó cierto aire trágico, inoportunos resbalones para ceder temporadas, considerables ventajas desperdiciadas, incapacidad para resistir la presión de ocupar la cima. Eso hasta esta campaña de dominio sin precedentes.

Tan pronto como al entrar a febrero la duda no es quién será campeón sino cuándo. El clamor del campeonato será más planificado que emocional, pocos lo recordarán como, sin duda, sí lo habrían recordado de suscitarse con un cabezazo milagroso en el suspiro final (pensemos en la coronación del City en 2012 con el gol del Kun Agüero).

Los devotos del Liverpool preferirán la certeza de la victoria que la incertidumbre de posponerla, mas admitiendo que algo tan añorado terminará siendo muy diferente a como se fantaseó.

Los sueños se cumplen a su insumisa manera, como cuando el Inter rezó por décadas para ser campeón de Italia y no lo consiguió en la cancha, sino con la decisión en el escritorio de que le sería entregado el trofeo de la sancionada y truculenta Juventus. Ni siquiera tuvo el privilegio de gritarlo ante un balón abrazado por las redes.

Twitter/albertolati

Las opiniones expresadas por los columnistas son independientes y no reflejan necesariamente el punto de vista de 24 HORAS.