Mucho se ha hablado de los procesos de elección que este año tendrán los maestros del SNTE, de quienes se ha dicho incansablemente que, de forma “inédita”, ejercerán elecciones libres mediante voto universal, libre, directo, secreto, personal e intransferible; pero no todos los agremiados opinan lo mismo, pues muchos de ellos tienen fuertes sospechas de que el proceso será igual que en años pasados.

 

Y no es para menos, ya que el estatuto vigente del Reglamento para la Elección de Directivas Seccionales cuenta con diversas “irregularidades” que ponen en entredicho las declaraciones del secretario general del SNTE, Alfonso Cepeda Salas, quien afirma que el reglamento cuenta con los candados y blindajes necesarios para llevar a cabo elecciones transparentes y legítimas.

 

Podríamos empezar por el hecho de que el SNTE se autoproclamó como juez y parte al adjudicarse el derecho de llevar todo el proceso bajo su control, tanto en la ubicación de urnas como en el manejo de material electoral, sin contar con una supervisión externa que avale o impugne sus resultados, al tiempo que validará o descalificará a su libre albedrío a todos aquellos que soliciten el registro de planillas.

 

Lo más delicado es que será el propio sindicato quien calificará y llevará el conteo final del proceso, sin dejar de lado que sólo sus dirigentes conocen y tienen en su poder el padrón del magisterio, el cual darán a conocer tres días antes de la elección, sin dar tiempo suficiente para revisarlo y/o modificarlo, lo que les da toda la libertad de rasurarlo o ‘inflarlo’ a su conveniencia, como ya ha sucedido, pues actualmente consideran al personal jubilado como integrantes del gremio, pero con las modificaciones de Alfonso Cepeda intentan excluirlos.

 

Incluso hay quienes señalan que con el nuevo reglamento el secretario general del SNTE pretende burlarse de la reforma a la Ley Federal del Trabajo y de la política de democratización sindical que el presidente Andrés Manuel López Obrador ha celebrado con la 4T, principalmente porque no hay un cambio de fondo y solo simula un cambio.

 

Estas y otras irregularidades ya han sido expuestas por maestros de la CNTE, el grupo radical del gremio que jamás aceptará el regreso de la maestra, porque es evidente que su tiempo ya pasó y piden que se dé oportunidad a otros actores con experiencia para que Elba Esther deje de ver el SNTE un coto de poder familiar.

 

Por eso muchos aseguran que sería un retroceso dejar todo en manos de Moisés Jiménez Sánchez, dirigente hidalguense cercano a Gordillo y aspirante a dirigir al gremio, lo que lo deja muy mal parado si el objetivo de todo esto es erradicar cacicazgos y compadrazgos, pues se dice entre pasillos que el único talento del oriundo de Hidalgo es seguir las órdenes de la maestra al pie de la letra.

 

Pero las cosas no serían diferentes con Alfonso Cepeda, heredero de Juan Díaz de la Torre, quien no ha podido trabajar en el proceso electoral del gremio porque se dedica de tiempo completo a tapar los excesos de su antecesor y en desviar recursos del SNTE a la familia de Díaz. Además de que se les atañe que fueron ellos los promotores y operadores de la campaña de Antonio Meade con dinero del sindicato.

 

Lo único seguro en todo esto es que el resultado de la elección difícilmente podrá ser confiable y transparente, pese a sus esfuerzos por demostrarlo, y esto solo mantendrá la polaridad que tanto ha dividido al sindicato y a la educación en el país, a menos que sean los mismos maestros quienes decidan poner fin al enriquecimiento de familias y decidan levantar a la institución que los representa con la elección de dirigentes competentes.