Uno pensaría que, tras más de de un año de la revuelta de los “chalecos amarillos”, su autoridad, lastrada en varios momentos, se ha recuperado. Pero ahora Emmanuel Macron se enfrenta a una nueva prueba de fuego, la más temida de su mandato: la huelga nacional masiva, la más amplia desde 1995, una protesta que amenaza con bloquear totalmente el país por tiempo indefinido. Tal vez un mes entero.

El motivo principal de la protesta: la polémica reforma de las jubilaciones que podría traer como consecuencia que millones de empleados trabajen más años y cobren menos. En realidad se trata de una fusión de malestares de prácticamente todos los sectores profesionales unidos por la falta de confianza en el Gobierno y el miedo paralizante a la pérdida del poder adquisitivo.

En primera línea contra Macron están los transportistas del gigante público de ferrocarriles SNCF y los empleados del metro parisino, en cuyas redes diariamente se realizan 12 millones de viajes. A la huelga se suman los maestros, las refinerías, abogados, personal sanitario, guarderías, artistas, trabajadores postales, estudiantes, bomberos y hasta policías.

Este “jueves negro” solo dos de las 16 líneas de metro funcionan. Los trenes suburbanos sufren perturbaciones monstruosas. Los embotellamientos en las carreteras de acceso a París rondan los 600 kilómetros, algo excepcional. El tránsito ferroviario de larga distancia es casi inexistente. Air France canceló el 30% de sus vuelos nacionales. Y este es solo el inicio.

La gente se las arregla como puede. Hay que resistir. Algunos almacenan comida por si hay desabasto por bloqueo de rutas. Quienes trabajan en Paris y viven en las afueras consiguen techo en casa de amigos en la ciudad o recurren a aplicaciones para compartir coche. Una gigantesca marea humana caminará largos kilómetros para trasladarse a su destino. Conseguir bicicletas o patinetas en libre servicio se vuelve una hazaña imposible. La venta de bicis se disparó, una situación inédita en pleno diciembre, cuando las temperaturas rozan los 2 grados bajo cero en la noche.

Nadie descarta la reproducción de escenas de violencia extrema durante las movilizaciones callejeras. Ya anunciaron su presencia en ellas más de mil Black Blocks, de corte anarquista, expertos en guerrilla urbana, a los que se añadirán los “chalecos amarillos”, que tienen una gran oportunidad para demostrar que no se han desinflado por completo.

Por enésima vez, el clamor de la calle parisina intentará torcer el brazo a Emmanuel Macron, entre nubes de gas lacrimógeno y lluvias de balas de goma.