Tiempos raros en los que la ventaja se ha convertido en desventaja, en los que cuando se adelanta al rival dos pasos acaso sólo se le ha concedido el aliento para superarnos, en los que ir ganando bien puede traducirse en iniciar el camino hacia la derrota.

A la vista de tan extraños cuartos de final en esta liguilla, la táctica más infalible podría ser obsequiar el cotejo de ida, dejándole clarísimo al cuadro opositor que no tendrá problema alguno en doblegarnos. Ya luego vendrá la vuelta y lo que parecía un equipo en cenizas se erigirá como resurrección de once cabezas.

Porque las caídas de Tigres y León en su casa hablan tanto de la carga épica de América y Morelia como de un momento diferente en la historia del deporte. Momento al que podríamos añadir la remontada de tres goles del Querétaro que fue inminente hasta que sufrió una expulsión que interrumpió ese ciclón.

Pensemos, por ejemplo, en la última Champions League, con los dos finalistas (Liverpool y Tottenham) sobreponiéndose a lo que bajo todo criterio estaba sentenciado. Pensemos en que hace un par de años vivimos el Súper Bowl con el mayor retorno de puntos adversos. Pensemos que por esa época los Cachorros de Chicago revirtieron lo imposible en una Serie Mundial. Pensemos que por esos días el Barcelona le anoto al París Saint Germain los seis goles necesarios. Pensemos en la coronación de los Cavaliers en la NBA tras estar en la lona.

Tantos precedentes como para asumir que no puede ser casual su coincidencia en un lapso tan reducido de tiempo. Hemos despertado a una época en la que la presión recae sobre el que tendría que estar aliviado (efecto supuesto de quien lleva más goles que el contrincante) y no sobre el que vaga por la cancha desahuciado. Desahucio en el que se basa, precisamente, su capacidad de subsistencia: porque todo está perdido es posible ganar, cuanto todo está perdido es porque sin duda se ganará.

La vida se va en remontadas. Quien disponía de todo para una noche plácida, sólo se encaminaba al paredón, como quien disponía de todo para naufragar, transformó el remolino en tierra firme. Cómo explicar a los americanistas más místicos (que los hay con más fervor que en el común de los templos de cualquier religión) que les iba a sobrar hasta medio partido contra Tigres en el Volcán.

Tiempos raros en los que el miedo a ser vencido crece conforme más próxima asoma la victoria, en los que se teme al fracaso justo porque se posee todo para triunfar.

Twitter/albertolati

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