En mayo pasado, durante un evento organizado por la Asociación Mexicana de Profesionales Inmobiliarios, el Ingeniero Carlos Slim, aseguró que el Gobierno que encabeza el presidente Andrés Manuel López Obrador requería de una inversión pública y privada mayor a la que se ha dado en los últimos años, incluso mayor a la del sexenio de Felipe Calderón que fue del orden de los 460 mil millones de dólares.

Los meses pasaron y al cierre de este 2019, las cifras económicas evidencian la falta de crecimiento económico, que para muchos ya se trata de una recesión técnica, por lo que la administración federal se aprestó al anuncio de un Plan Nacional de Infraestructura, en la que el sector privado será la balsa de emergencia que podría mantener a flote a la economía mexicana.

Con la participación estelar del hombre más rico de México, y uno de los más acaudalados a nivel mundial, López Obrador anunció un plan conformado por 147 proyectos que no contemplan a los sectores de salud, ni de energía.

Se espera que las obras distribuidas desde 2020 y hasta 2023 alcancen una inversión de 42 billones de pesos, de acuerdo a la cifra global dada a conocer durante la conferencia matutina del Presidente, y que para la sorpresa de varios analistas en la materia, no fue consistente con el documento oficial en que se desglosan las obras.

“Este Gobierno más que ningún otro necesita de los privados”, señaló Slim hace seis meses, y pareciera que el Gobierno federal entendió que la participación, y una buena relación, con los empresarios es indispensable para que México pueda alcanzar el crecimiento de 4% que tanto se ofreció durante las épocas de las promesas electorales.

Sin embargo, la parte no escuchada, o ignorada a propósito, fue la de las cantidades, pues según el Presupuesto de Egresos aprobado por la bancada mayoritaria en la Cámara de Diputados, se privilegió el gasto social, sobre la inversión productiva.

Después de los análisis y la revisión a detalle del  Plan, los expertos y analistas señalan que una buena parte de los proyectos que se suman a la gran cifra de nueva inversión son aquellos que ya venían realizándose desde la administración anterior, o incluso, ya están por finalizarse.

El Programa de Infraestructura de la administración peñista fue por 7.7 billones de pesos, y en él sí se tomó en cuenta el sector energético, mientras que el anunciado para los próximos cuatro años es de 859 mil millones, lo que significaría sólo un 11% de las inversiones del pasado sexenio.

Los pronósticos son reservados, pues a pesar de que la inflación se encuentra controlada, el peso sigue manteniéndose fuerte y hay poca, pero hay, generación de empleo, las cifras económicas apuntan a que la falta de inversión aunada a la crisis que se avecina en el entorno internacional, podrían alejar a México del tan prometido 4%.

Lo complicado de las cifras, es que su danza se acompaña de ritmos y armonías que golpean directamente a las familias mexicanas, no se puede pensar en recesión, sin alarmarse por los padres desempleados, la falta de liquidez en los hogares o las historias personales de miles de familias que sortean los obstáculos para evitar una mayor pobreza.

¿Será suficiente? Todos queremos que sí, pero las cifras no permiten el optimismo, pues si se divide la inversión anunciada durante los próximos cinco años tenemos un promedio de 172 mil millones de pesos, lo que contrasta con los 500 mil millones del 2018.