El ex presidente de Bolivia, Evo Morales, está asilado en México y una parte de la clase política mexicana está en contra de ello.

En el fondo no es Evo el que les causa escozor, sino que haya sido el Gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador el que le dio asilo.

Los que encabezan el mezquino rechazo a que Evo se encuentre en México son los llamados “derrotados moralmente”. Los líderes de esta corriente son Vicente Fox, ex Presidente de México, y Marko Cortés, presidente del PAN.

Ellos dos muestran que no han razonado ni analizado el entorno en el que se da el asilo a Evo Morales. Para Cortés y su ideólogo Fox, Evo representa lo que creen que México no debe ser.

Es cierto, el amor de Evo por el poder provocó que los bolivianos rechazaran una nueva reelección. Lo hicieron con acciones cívicas, pero el golpe de Estado en Bolivia trajo a la mente las sangrientas y crueles dictaduras militares de Suramérica, a las que son afectos los que piensan como Fox y Cortés. El asilo evitó el derramamiento de sangre.

¿Cuál es la calidad moral de Vicente Fox para criticar el asilo a Evo Morales, que fue mejor presidente para su país que el guanajuatense para México? Él fue conductor principalísimo del fraude electoral de 2006.

¿Y Marko Cortés? Llegó a la dirigencia nacional del PAN cuestionado, según palabras de Manuel Gómez Morín Martínez del Río (su adversario en la contienda interna de 2018) en un proceso “parcial, inequitativo y antidemocrático”.

Es decir, dos panistas reconocidos por propios y extraños como autores de fraudes electorales, se asumen como los guías “morales” de una derecha racista, clasista y antidemocrática que se rasga las vestiduras por el asilo a un expresidente indígena, exitoso en su gestión como presidente.

Fox y Calderón, en los doce años de gobiernos del PAN, nunca estuvieron cerca de lo que logró Evo (crecimiento anual promedio al 4% y disminución de la pobreza en 30%), a pesar de los millonarios ingresos generados por el excedente petrolero. Por el contrario, dejaron a México convertido en un gran cementerio, lleno de sangre y violencia y una rampante corrupción.

¡Qué indecencia! ¡Qué miseria!

La Letrina. Los gobernadores de Acción Nacional desconocen a la presidenta de la Comisión de Derechos Humanos, Rosario Piedra Ibarra, porque consideran que “hay cuestionamientos de su legitimidad”. Sólo veo una salida para que la opinión de los gobernadores panistas cambie: que la actuación de la titular de la CNDH revierta la imagen generada por un proceso electivo que no ha dejado contento a nadie. Ella, Rosario Piedra no lo merece, y esa institución, que es vital para la salud de la República, debe ser reconocida por todos para salvaguardar el derecho humano más valioso: la vida.