Llegó el mes de noviembre, y con él, el demonio de la depresión. Al menos en Europa. Bajan las temperaturas, el sol se hace invisible, las noches son cada vez más largas, la naturaleza pierde su color… parece una escalera que desciende a los infiernos. “Buenos días, tristeza”, la famosa novela de Françoise Sagan se vuelve, como cada año en esta temporada, lectura obligada, probablemente por la carga semántica de su título.

Por un lado, rodeados por un manto color fuego de las hojas caídas, nos entregamos al placer de la añoranza, esta melancolía fugaz del tiempo que transcurre; por otro, vemos con estupor que se nos obliga a ser eufóricos. !Vaya contradicción!

En las redes, en la prensa -la seria y la rosa-, en la radio y en la tele se nos señala hasta el cansancio que el optimismo se entrena como se entrenan los músculos en el gimnasio. Unos 15 estudios con datos de un cuarto de millon de participantes hechos en Estados Unidos y en Europa demuestran que una actitud positiva protege contra ataques cardiacos, accidentes cerebrovasculares, y muerte precoz. Expertos del Hospital St. Luke de Mount Sinai de Nueva York aseguran que la reducción de riesgo baja 35%.

A diestra y siniestra veo los resultados de una investigación de la muy prestigiosa Universidad de Boston, que apunta a un claro vínculo entre la longevidad y los niveles de optimismo. Analizaron a más de 70 mil mujeres hombres y mil 400 hombres. Siguieron su trayectoria. Durante 10 y 30 años, respectivamente. Conclusión: los que más le sonreían a la existencia tenían hasta 70% más probabilidades de llegar hasta sus 85 primaveras, y la expectativa de vida entre un 11% y un 15% más larga que los pesimistas.

Claro, se tomaron en cuenta otros factores, como una dieta equilibrada, un estilo de vida saludable, etc., pero por primera vez un estudio serio ve en el optimismo un activo psicosocial de suma importancia para extender la vida humana. ¿Por qué es así? Porque el optimismo, aseguran, ayuda a combatir el estrés, superar traumas de todo tipo y controlar emociones en situaciones amenazantes.

Hay un motivo de peso para alimentar nuestra motivación. Se dice fácil. Encontrar altos niveles de expectativas en esta época, sinónimo de depresión, roza lo milagroso.

Que se haga el milagro. Entrenemos el músculo del optimismo. Y enterremos para siempre esa frase tan repetida que dice que “los optimistas son tan solo los pesimistas mal informados”.

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