Por Otoniel O. Ochoa P.
@OtonielOchoa

Para que el país salga del estancamiento y conjure una recesión es necesario que la inversión fija del sector privado alcance, como mínimo, los niveles que registró hasta 2018. Sería ingenuo esperar un auge porque no tenemos ni los proyectos, ni el número suficiente de emprendedores, ni el atractivo como país para apuntalar un crecimiento acelerado en el uso de ahorro externo. Más aún, la inversión extranjera que se necesita para crecer por arriba del 2%, difícilmente se dará en un contexto donde la amenaza de cambio atenta contra las cadenas de suministro y el comercio mundiales. En momentos como este, la incertidumbre se dispara y el mapa de riesgos que guía las decisiones de inversión se va a la basura.

Establecer reglas claras para la inversión y la actividad empresarial puede servir para que, al menos durante un tiempo, se reduzca la incertidumbre y se valoren los riesgos. Pero si el marco de referencia se modifica, la incertidumbre aumenta y la inversión se detiene. No es una cuestión de riesgo-rendimiento de las inversiones, es un asunto de incertidumbre versus riesgo. Hago la distinción entre ambos conceptos porque es común leer y escuchar el uso indistinto de ambos términos, a pesar de que Frank H. Knight ya definió las diferencias. Hablamos de riesgos cuando podemos asignar probabilidades de ocurrencia a los escenarios de pérdidas o ganancias de la inversión. Y nos referimos a incertidumbre cuando no es factible formarnos una opinión sobre el probable curso y resultado de los eventos. Eso es precisamente lo que están provocando el Brexit, la guerra comercial de Trump con China o el cambio de reglas gubernamentales en México, por poner tan solo algunos ejemplos. Con la incertidumbre desbordada, lo que vemos es una caída de la inversión.

En México, la inversión fija ha sido volátil e históricamente insuficiente. Tanto, que uno de los grandes desafíos del desarrollo nacional ha consistido en encontrar la manera de asegurar un flujo constante y suficiente de inversión extranjera que acompañe y complemente la inversión privada nacional. El TLCAN ayudó a resolverlo mediante un marco legal creíble que dio a las empresas extranjeras la certeza que necesitaban para invertir. Sin embargo, la incertidumbre derivada del periodo de renegociación del T-MEC y el retraso de su aprobación en el Congreso de Estados Unidos provocaron la suspensión o la postergación de muchas inversiones.

En un mundo que no permite predecir las nuevas reglas nacionales e internacionales del juego, el T-MEC se vislumbra como la única manera de expulsar de nuestra economía al diablo de la incertidumbre y recuperar la confianza para intentar salir del prolongado estancamiento que los datos de consumo e inversión nacionales están anticipando.