Salvador Guerrero Chiprés
@guerrerochipres

Las evidencias del sur de Latinoamérica, vistas desde México, son tentadoramente sugerentes de la estabilidad mexicana: allá, riesgo de polarización política callejera y ministerial y, al oriente de Santiago, el asomo de otra devaluación y acelerada inflación.

Los demócratacristianos mexicanos que tienden, mayoritariamente, a ser adversarios del presidente Andrés Manuel López Obrador, podrían encontrar una magnífica oportunidad de comparar formas “de populismo”.

También podrán revalorar si la crítica al presunto “austericidio” o al “estancamiento económico” se compara en vertiginoso peligro respecto de lo que sucede ahora mismo en el Cono Sur.

En particular, quizá puedan aprovechar para ver con más afecto la baja inflación mexicana y la estabilidad mercantilmente sólida del peso frente al dólar desde julio del año pasado, cuando el PRI, el partido que tenía la misma agenda de los derrotados integrantes de la clase política argentina o los sitiados de la élite chilena, perdió el poder presidencial.

Otra tentación narrativa que podrían tener, disponible para fortalecer su propia disonancia cognitiva, es relanzar la tesis simplista de que los pueblos nunca saben a quién eligen para, de esa manera, contentarse con equiparar lo debatible entre un gobierno al que son opuestos con la ideología común que parecieran tener las fuerzas emergentes en Sudamérica.

Debe incluirse, por supuesto, la observación avanzada para unos y controversial para otros, de una nueva líder de la capital colombiana que es abiertamente lesbiana y sostiene una relación con una senadora.

De un catálogo aproximado de aquello que ha acontecido en América Latina en los últimos tres años, está muy claro que todos los “populismos” tienen ya un sitio de reorganización y relanzamiento: en Brasil un “populismo” incluso considerado de ultraderecha; en Chile un “populismo” movilizándose contra lo que queda del neoliberalismo de los años ochenta en un país que cuando menos ha promovido desde la mitad de su población la dictadura; y, en Argentina, una versión del “populismo” histórico peronista, actualizado y renovado que con facilidad se deshizo de la derecha que ocupó el espacio del poder nacional apenas un cuatrienio.

Los carabineros son lanzados por el gobierno chileno contra masivas protestas en la capital del país, que fue modelo del neoliberalismo y prototipo hemisférico que los “Chicago boys” promovían como piloto latinoamericano al tiempo que, en Argentina, la clase media se adelantó al enésimo regreso del peronismo sacando sus dólares y acelerando la imposibilidad de convertir la moneda nacional.

Mientras en México los adversarios de AMLO insuficientemente tratan de comprender la fortaleza de la opinión mayoritaria favorable al político tabasqueño, aun después del fallido operativo de Culiacán, en Chile y Argentina podría comenzar a reanimarse la imagen de México como un gran país con señales de una estabilidad política y financiera deseable.

Incluso a pesar de las tareas y resultados pendientes en materia de seguridad en varias regiones del territorio nacional.