Lo conocimos con 23 años y ya sin cabello, lanzándose a su izquierda para elevar la estética del golazo mexicano. Fue el portero búlgaro que recibió el celebérrimo tanto de media tijera de Manuel Negrete en aquellos octavos de final del Mundial 1986.

Iniciado Estados Unidos 1994 con la selección de Bulgaria como sensación, la mayoría asumió que se trataba de otro guardameta con similar nombre al anterior. Confusión propiciada por las diversas formas de transliterarse su apellido desde el alfabeto cirílico:

Mikhailof, Mijailov o Mikhaylov. Sin embargo, más que por una letra distinta aquí o allá, era su apariencia lo que invitaba a pensar que no podía ser la misma persona. A sus 31 años, con peluquín, lucía mucho más joven que antaño. Una especie de Benjamin Button con dos Copas del Mundo de diferencia.

Ese mismo Borislav Mijailov, que lució en Mundiales como si fueran dos, ha reaparecido esta semana ahora como presidente de la Federación Búlgara de Futbol. Ha mantenido el bisoñé de su segunda etapa como futbolista, mas no así el cargo. En medio del escándalo por los cantos racistas en el cotejo eliminatorio entre su selección y la inglesa, ha terminado por renunciar al puesto.

Un comportamiento en las gradas tan penoso como poco sorpresivo, considerando que esta afición ya ha sido sancionada en innumerables ocasiones por pretender que el racismo es un modo de apoyar a su equipo. En este mismo partido ya hubo un sector del estadio cerrado, castigo a medias que no resolvió nada.

Otro compañero de Mijailov en el inolvidable plantel de 1994, Krasimir Balakov, ahora dirige al conjunto nacional. Si antes fue un mediocampista de elevadísima precisión, ahora ha emergido con el pésimo tino (por decir lo menos) de declarar: “personalmente, no he escuchado esos cantos. He visto al árbitro parar el partido, pero también debo decir que el mal comportamiento no sólo fue de los búlgaros sino también de los aficionados ingleses”.

La presión sobre Mijailov creció por los antecedentes, aunque también por la inmediata respuesta del Primer Ministro, quien el mismo lunes exigió un rompimiento de relaciones de su gobierno con una federación que solapa o no controla ese mal.

Dicho lo anterior, traslademos el tema al caso mexicano. Como en el búlgaro, hay sobrados antecedentes, grandes iniciativas por erradicarlo sin que ninguna funcione, abundan las advertencias y parecemos haber llegado al límite. Visto que con multas y campañas nada se resuelve, sólo queda como reducto la penalización deportiva, sea despojo de puntos o inhabilitación de torneos.

En lo que muchos se pierden debatiendo de si es ofensivo, de si es folclor (por supuesto que no, nuestra cultura es muchísimo más), de si es homofóbico, de si no resulta tan grave como el racismo, de si la FIFA debería priorizar otros temas, existe un tema adicional en el que nadie parece reparar: ¿le gusta que nos metan al mismo archivo donde están esos trogloditas que imitan a simios en los estadios? Pues, vistos los años que llevamos gritando y la imposibilidad de eludirlo, ahí nos tiene el mundo.

Twitter/albertolati

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