Mientras el Gobierno federal presume el cuidado al ambiente a través de programas como Sembrando Vida, en el escenario real ocurre lo contrario, pues en varios estados del país proliferan áreas devastadas, en selvas y bosques, ya que los ejidarios buscan acceder a los recursos de dicho plan gubernamental impactando ecosistemas.

En la Secretaría de Bienestar reportan que recibe 5 mil pesos mensuales únicamente el sembrador propietario de la tierra (de 2.5 hectáreas) o en casos donde se cede el uso de la tierra, sólo lo recibe quien tiene ese uso de tierra.

Desde el año pasado (8 de octubre de 2018) cuando se presentó Sembrando Vida, con bombo y platillo se anunció que el programa tiene como objetivo sembrar un millón de hectáreas con árboles frutales y maderables –caoba y cedro, entre otros–, así como fomentar los cultivos en ciclo corto.

Pero esta iniciativa está resultando que no es tan benigna con el ambiente. Al menos no de la forma en que está cambiando el uso de suelo.

Hace unos días en la población de Bacalar, Quintana Roo, se denunció que 80 ejidatarios de Xul Ha habían devastado 200 hectáreas de selva mediana utilizando maquinaria. De esta forma limpian la superficie de 2.5 hectáreas por ejidatario y se declaran listos para ingresar a Sembrando Vida. No importa la destrucción del hábitat de varias especies de mamíferos, aves y reptiles.

Esto sólo demuestra que este programa se desvía, y con impunidad, pues se comete un ecocidio al arrasar con la biodiversidad de flora y fauna. Así de sencillo los ejidatarios se incorporan a las estadísticas de Sembrando Vida.

Lo lamentable es que no se ve el ejercicio firme de autoridad de la Procuraduría Federal de Protección al Ambiente (Profepa) ni de la propia Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat). Estas dependencias siguen laxos no sólo con este tipo de casos, pues lo mismo ocurre con el proyecto de la refinería Dos Bocas, en Tabasco, y con el plan del nuevo aeropuerto de Santa Lucía. Todo a modo y todo bajo presión.

Grupos ambientalistas también han denunciado devastación de bosques en los estados de Puebla, Veracruz y Chiapas. La tala inmoderada de árboles con más de 50 años de vida sigue abriendo paso a las nuevas parcelas, y ninguna autoridad federal ha intervenido conforme a derecho. Sólo alzan la voz para presumir las bondades de Sembrando Vida, ya que hasta se destaca que el plan no sólo “cuida el ambiente”, sino que creará 400 mil empleos permanentes.

Ayer se daban cifras alegres de que 9 mil 984 campesinos se habían integrado a este programa en el estado de Durango –y que el universo de beneficiados en México a la fecha es de 200 mil ejidatarios– , y de que en un año se han reforestado 500 mil hectáreas en el país.

Hacen falta estudios de los daños que está generando la destrucción de ecosistemas en aras de un fin económico. Al país le urge un mejoramiento ambiental y más proyectos de sustentabilidad.

Y mientras el cambio climático sigue impactando con más calor, pocas lluvias, pero más intensas.