Aún es muy joven, tiene 16 años, en plena adolescencia, y ya se convirtió en una mujer con visión de Estadista. Se trata de Greta Thunberg, activista sueca, quien en poco tiempo ha cautivado a millones de jóvenes de todo el planeta para unirse en el combate contra el cambio climático.

Su misión la tiene muy clara: sacudir a las burocracias mundiales, fustigar conciencias de jefes de Estado y desafiar a los poderes fácticos que sólo “hablan de dinero y del cuento de hadas del crecimiento económico eterno y mantienen su inacción ante el cambio climático”, pero sobre todo impulsa un compromiso generacional, en el que la juventud es clave para lograr una transformación por la salud del planeta. Por eso aprovechó la Cumbre del Clima organizada por la ONU –previo al inicio de la Asamblea General–, para lanzar el reclamo, para recriminar y plantear el reto global.

Sin duda esta joven líder se anticipó a dimensionar que los mayores impactos del cambio climático los vivirán los jóvenes en los próximos 10 o 20 años, pues lo hecho hasta ahora por las naciones es insuficiente, cuestionable, reprobable y condenable.

Y Greta tiene razón, pues en la mayoría de las naciones persisten las omisiones, descuidos, ineficiencias, corrupción e impunidad, principalmente.

La propia Organización Meteorológica Mundial de la ONU le dio la razón a la activista sueca, pues su reporte científico revela que en los últimos años se ha incrementado la contaminación por bióxido de carbono (CO2), el nivel del mar y el calentamiento. Y destaca que la temperatura global registrada desde 2015 se encuentra 1.1 grados Celsius por arriba de las registradas en la era preindustrial (1850-1900), y subió 0.2 grados a los niveles entre 2011 y 2015. Y los científicos alertan en que la extensión de hielo marino, en periodo invernal, ha presentado sus cifras más bajas en forma consecutiva durante cuatro años. Ahí tenemos el caso de Groenlandia, con menos capas de hielo, y en Alaska donde este año tuvo una primavera muy caliente, que nunca se había registrado en su historia.

Este reporte es un claro indicador de que la temperatura lleva un comportamiento ascendente en poco más de 100 años. El planeta sufre más calor (y la Tierra ha tenido muchos cambios de temperatura en su historia por causas naturales, pero ahora se debe a los gases de efecto invernadero), y los patrones pluviales han cambiado completamente, cada vez hay menos precipitaciones, y las pocas son muy intensas causando graves daños a los entornos urbanos.

Hoy, 66 países se comprometieron en la ONU a frenar las emisiones de carbono para el 2050. Y la comunidad científica se plantea contener el calentamiento global a no más de 1.5 grados en relación al siglo XIX.

Lo que hoy exige Greta, “un mundo sin emisiones contaminantes”, es una demanda justa, ya que la quema de combustibles fósiles –petróleo, carbón y gas–, continúa a nivel mundial. Y las economías en el orbe no se han descarbonizado pese a declaraciones oficiales y planes de acción climática con pocos resultados.

“La gente está sufriendo, la gente está muriendo, ecosistemas enteros están colapsando”, ha dicho Greta, y ese clamor se suma a la de miles de pobladores que hoy reclaman la destrucción de sus áreas naturales por la nula planeación urbana.

La indignación juvenil está en marcha y anuncia una revolución ambiental para hacerle frente a los fracasos de nuestra generación y de las anteriores.

Greta Thunberg ya motivó a millones de jóvenes en el mundo contra la emergencia climática. Su lección es histórica y ahora debemos aprovechar su magnetismo ambiental.

“Mi generación ha fracasado a la hora de salvaguardar la justicia y también el planeta. (…) Mi generación tiene una gran responsabilidad y la suya tiene que exigirnos que rindamos cuentas”, ha dicho Antonio Guterres, secretario general de la ONU.