Les juro que esta semana quería ponerme optimista, moderadamente por supuesto. El informe presidencial, como a cualquiera que no esté muy en plan secta, me pareció una colección de mentiras e insultos, pero dejó algo que, en este contexto, es tranquilizador: un par de guiños a los empresarios, guiños congruentes con lo que vimos en los días anteriores, los acuerdos con Carlos Slim para empezar. No es que vayamos lanzados a la prosperidad. Lejos de ello.

El Presidente del 4% de crecimiento, como adelantamos aquí, está montado ya en la retórica de “pobres pero iguales”, con el delirio de que no hace falta dinero para repartirlo; de que puede haber desarrollo sin crecimiento. La economía se estancó; el desempleo crece y rapidito, sí; y hay una profunda desconfianza de los inversionistas, provocada por planes asimismo delirantes como Dos Bocas o Santa Lucía, con el antecedente de Texcoco. Pero voltear al empresariado habla de que el primer responsable de esta crisis es consciente de que urge darle vuelta a la situación. De que no nos vamos a hundir todavía más en el despropósito.

Y entonces, manotazo en la mesa en Veracruz. Lo qué pasó con el fiscal Jorge Winkler es muy grave en sí mismo: el Congreso local lo destituyó en una clara ilegalidad y luego la Policía impidió que los diputados del PAN entraran al edificio de la fiscalía.

Repito: los diputados. ¿Hace falta explicar la violación a cualquier principio democrático que implica algo así? Pero es que además ese manotazo tiene antecedentes graves. Está la llamada “Ley Bonilla” en Baja California, claro: extender un gobierno de dos años, para el que te votaron los ciudadanos, a cinco. Está la iniciativa de extender la presidencia del partido con mayoría absoluta en la Cámara de Diputados ¡a toda la legislatura!, planteada por Dolores Padierna, y coronada con el “Chinguen a su madre” y la renuncia de Muñoz Ledo. Y están los bombardeos constantes al INE, por parte del Presidente mismo, recrudecidos en los últimos días.

Es decir, claramente hay un golpeteo continuo, severo, a la democracia, del que el Presidente a veces hace como que se desentiende, lo que ya es muy grave, que a veces critica pero tardíamente, y del que a veces forma parte de manera abierta. Poco nos duró la tranquilidad, pues, con lo de los empresarios. Adiós al optimismo. Los peores miedos de quienes hemos sido críticos con este Gobierno, que tiene una clara vocación de convertirse en un régimen, parecen confirmarse.