La fiesta de Andrés Manuel López Obrador para autocelebrarse no será sino un acto de campaña más.

El Jefe del Ejecutivo aprovechará no sólo para dar a conocer sus datos sobre la marcha económica, social y política del país, sino para reforzar su discurso en contra del neoliberalismo, del neoporfirismo, para ahondar en la división que predica desde el primer día de diciembre pasado todas las mañanas.

La fiesta debía ser una buena oportunidad para la autocrítica y la corrección de las decisiones que tienen a la economía a días de ser declarada en recesión.

Pero no será; en su lugar habrá un discurso de autocomplacencia, retórico, con cifras contrarias a las que ofrecen las instituciones serias como el INEGI o el Banco de México.

La exposición de una realidad distinta a la que vivimos millones de mexicanos.

Con el desempleo incrementándose, con la inseguridad repuntando a pesar de las buenas intenciones, con una economía estancada, con la inversión privada suspendida en tanto no haya seguridad jurídica, con decisiones que abonan a esta desconfianza, así es como se llega a la “celebración’’ de la victoria en la urnas.

Pero aunque López Obrador se apropie de la fiesta, la realidad, como dijo acertadamente Lorenzo Córdova, consejero presidente del INE, la tercera alternancia del Gobierno no fue hazaña de una sola persona o de un solo partido político.

Para que ocurriera la alternancia salimos a votar 56 millones de mexicanos asistidos por más de 1.3 millones de funcionarios electorales.
Sin esa participación no había motivo de festejo este día.

El evento programado para las 17:00 horas de este día no será distinto –salvo por los grupos musicales-, a los que hemos visto en los últimos meses.
Si realmente el Jefe del Ejecutivo quisiera hacer la diferencia, marcar un parteaguas con este evento, debería haber necesariamente un poco de autocrítica.

Pero eso no ocurrirá porque pese a los datos duros sobre la caída de la economía y el repunte de la inseguridad, él siempre tiene otros datos.

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Ayer entró en funciones oficialmente la Guardia Nacional, ese nuevo ejército sobre el cual están puestas las esperanzas del Gobierno federal para combatir a la delincuencia.

La Guardia Nacional será eminentemente militar, desde el mando hasta sus integrantes de menor rango.

No se conoce bien a bien cuál fue el número de civiles que acudió a la convocatoria para formar parte del nuevo cuerpo de seguridad pública, pero no serán muchos por el perfil de quienes portarán el uniforme, según se informó ayer.

Como quiera, no debe perderse el hecho de que, si el propio jefe de la Guardia pidió no crear muchas expectativas “por el tamaño del problema’’, entonces habremos de esperar que bajen los índices delincuenciales en el largo plazo.

Sobre aviso no hay engaño.

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Hoy también se reinicia el periodo extraordinario de sesiones en el Senado para debatir un tema de vital importancia en el combate a la delincuencia.
Se trata de la Ley de Extinción de Dominio que fue aprobada el viernes en Comisiones y hoy será debatida y seguramente aprobada en pleno del Senado.

Su aprobación se había detenido porque no quedaba claro cuál sería el procedimiento para que el propietario de un bien, cualquiera, al que le haya sido aplicada esta ley se pudiera defender y defender su patrimonio.

El tema, al parecer, ya quedó resuelto.