Por Otoniel O. Ochoa P.
@OtonielOchoa

El tuit del 30 de mayo pasado sorprendió a todos. En ese momento, la atención de Estados Unidos estaba centrada en las amenazas de destitución que pesaban sobre Donald Trump y en la guerra comercial con China. El reporte de Robert Mueller era telón de fondo de las discusiones con los demócratas. Nadie anticipaba que Trump arremetería contra México.

Por la mañana de ese jueves, antes de viajar a Colorado, Trump declaró que realizaría un anuncio de “Grandes Ligas” y por la tarde dio el golpe: tuiteó que impondría aranceles a México como medida de emergencia. Los detalles se publicaron en un comunicado que calificaba como “crisis” lo que estaba sucediendo con la inmigración indocumentada. Las aprehensiones realizadas por la patrulla fronteriza estaban creciendo exponencialmente.

Más allá de lo indecente del chantaje de Trump o de lo apropiado de los reproches y las recriminaciones en el debate público nacional, la alarmante trayectoria ascendente de las aprehensiones dejó en claro que México había descuidado la administración migratoria. Con una tregua arancelaria de 45 días en mano, el gobierno designó a un nuevo encargado del INM; transfirió, de facto, la operación migratoria a la Cancillería; reforzó la vigilancia en las fronteras e inició conversaciones para poner en marcha el Plan de Desarrollo Integral con los países centroamericanos involucrados.

A casi un mes de distancia, Trump y sus colaboradores aplauden las acciones que México emprendió. Sin embargo, en Estados Unidos se profundiza la crisis que invocaron en aquel comunicado del 30 de mayo. Las instalaciones de detención de la patrulla fronteriza están colapsadas; el encargado de la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza renunció en medio de las denuncias por el maltrato a los niños que están bajo custodia del gobierno y en el Congreso no se ponen de acuerdo sobre cuál deberá ser el destino del paquete presupuestal de emergencia: ayuda humanitaria o seguridad fronteriza. Así, lo que en un principio parecía un acto alevoso de Trump contra México, al final resultó ser un grito desesperado para pedir ayuda ante la crisis migratoria que enfrenta.

No obstante lo indeseable de la situación, la negociación con Trump permitió ganar tiempo para evitar una crisis económica de profundidad y duración nunca antes vista por las nuevas generaciones. Después de todo, con Trump o sin él, México tarde o temprano tenía que empezar a actuar con seriedad para resolver un problema que desde el punto de vista humanitario le compete, aun cuando solo sea país de paso.