La disputa por la presidencia de lo que queda del PRI ha logrado un milagro: revivir a los muertos.

Tal es el caso de Francisco Labastida Ochoa, el primer candidato presidencial del PRI en perder una elección, en el año 2000 contra Vicente Fox.

De alguna manera, la nomenclatura del PRI hurgó en los cajones del olvido para resucitar a los viejos militantes que están en el retiro.

Labastida Ochoa fue candidato presidencial por dedazo, método que ahora promueve en contra de la elección abierta y directa del nuevo presidente del tricolor.

El sinaloense declaró la semana pasada que si Alejandro Moreno, Alito, gobernador de Campeche, gana la presidencia nacional del tricolor, “el partido llegará a su fin, pues pondría su partido al servicio de otro Poder’’.

En realidad, las debacles política y financiera del PRI comenzaron con su derrota en 2000.

Fox lo arrolló en lo político y en lo económico, durante la campaña presidencial de Labastida se dio el famoso caso del Pemexgate, que le costó una multa de mil millones de pesos al PRI.

Las autoridades electorales demostraron que el PRI, a través del sindicato petrolero, obtuvo 640 millones de pesos; 500 de esos millones fueron retirados por personal de la Secretaría de Finanzas del instituto político y los 140 millones restantes, por el tesorero del sindicato, Ricardo Aldana.

Para justificar la entrada de esos recursos, el PRI simuló la realización del sorteo Milenio Millonario, que más tarde se comprobó fue un auténtico fraude.

Imposible pensar que esta monumental transa hubiera sido ignorada por el entonces candidato presidencial.

El entonces IFE sancionó al tricolor con una multa de mil millones de pesos, es decir, el doble de los recursos no reportados (los 140 millones que retiró Aldana no fue posible comprobar que hubieran entrado directamente a la campaña porque no se investigó, dado que el tesorero del sindicato tenía la facultad de retirar cualquier suma), lo que generó la crisis financiera de la que no se han podido recuperar.

El PRI rebasó ostensiblemente el tope de campaña de esa elección, que había sido fijado en 491 millones 816,870.75 pesos.

Doce años después de la derrota de Labastida, el PRI recuperó la presidencia de la República, con los saldos que todos conocemos.
Labastida parece un olvidadizo a conveniencia.

Dice que si Moreno Cárdenas ganara, “el partido llegaría a su fin, pues pondría al partido al servicio de otro Poder’’, es decir, al servicio del Presidente.
Pero el PRI siempre ha estado subordinado al Presidente cuando éste surgía de sus filas.

Ahí está la historia de actos que a veces llegaron a la ignominia de diputados, senadores y gobernadores del PRI. (La anécdota aquella de que el Presidente pregunta ¿qué hora es? y la respuesta era “la que usted ordene’’ no nació en un Gobierno de oposición).

En este momento, Labastida se representa a sí mismo; no hay ningún grupo que los respalde y quienes consideraron que tiene autoridad para hablar sobre el destino del PRI soslayaron su pasado.

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Sin conocer las cifras definitivas de las elecciones ocurridas en seis estados, las preliminares establecen que el tricolor está en riesgo de perder el registro como partido local en tres estados.

Pero será hasta el miércoles cuando termine el conteo oficial y se conozca el destino del tricolor.
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Pedro Carrizales alias el Mijis protagonizó en dos semanas dos hechos que lo retratan de cuerpo entero: se opuso, con ayuda de una pandilla, al desalojo de unos familiares que no pagan renta desde años, en San Luis Potosí, y ayer fue detenido en Aguascalientes después de una pelea campal cuando fue descubierto, según testigos, comprando votos en la elección municipal.

La cabra siempre tira al monte.