Las cosas no pueden ir bien cuando los populismos de extrema derecha e izquierda amenazan al Viejo Continente.

Las elecciones al Parlamento Europeo, donde fuimos a votar a nuestros 751 representantes, celebradas el domingo pasado, dieron mucho vuelo a partidos disconformes con la política de toda la vida.

Debo decir que es algo que no me extraña. Durante años, muchos tal vez, Europa lleva soportando con estoicismo la misma clase política que se ha mirado más a su ombligo que al de los ciudadanos. En países como Grecia, Italia, Portugal o España, los amaños entre amigos, las relaciones clientelares o la falsa impunidad fueron desencadenantes para que los ciudadanos terminaran por hartarse.

 

ama menos “estadistas” y más políticos reales, ésos que se bajan a la arena y luchan en el fango por algo tan noble como es el servicio público.

En Francia, Marie Le Pen ha conseguido ser la primera fuerza política por encima incluso del partido del Presidente de la República, Emmanuel Macron. De hecho, se consolida como una alternativa seria en la competición de la Jefatura del Estado francés.

Nigel Farage y su partido del Brexit vencieron en una Gran Bretaña harta y castigada. Con su victoria, en estas elecciones los británicos le han vuelto a decir a Europa que no quieren seguir perteneciendo al club.

En el pequeño, pero poderoso país belga también han saltado las alarmas del populismo. El nuevo auge de la ultraderecha en Flandes ha conmocionado a sus autoridades. Lo mismo ha pasado en Polonia, donde los extremistas de Ley y Justicia se han impuesto al resto de los partidos.

La Italia del controvertido vicepresidente Matteo Salvini también se decantó por la derecha populista. La liga de Salvini materializó el poder absoluto.

En España no cuajó en esta ocasión. Sin embargo, la extrema derecha de VOX y la izquierda de Podemos cada vez alcanzan más cuotas de poder.

¿Qué está ocurriendo en esta Europa a la que todos mirábamos con admiración?, ¿qué le pasa al lugar donde los grandes intelectuales depositaron las semillas para darle continuidad a la democracia que también nació en Europa, concretamente en Grecia y Roma?, ¿qué pasó con el pensamiento de todos los filósofos desde los órficos hasta Schopenhauer?, ¿por qué no hemos aprendido la lección?

No puede ser que todo quede en palabras huecas, en entelequias sin sentido. Parece que no hubiéramos entendido nada a juzgar por los resultados.