Donald Trump tiene que hacerse valer también en el exterior. Hay que reconocer que la economía estadounidense va mejor de lo esperado, que los niveles de desempleo han descendido como hacía muchos años no se conocía, que una parte de la ciudadanía está contenta con esta manera populista, pero efectiva de hacer política.

Para Donald Trump era casi una obsesión acabar con todo lo logrado por Barack Obama. El legado del demócrata ha sido prácticamente borrado, y ahora que ha cuajado su política con sus conciudadanos tiene que hacer lo mismo, pero fuera de sus fronteras; y eso que a Trump le cuesta.

Su “America first” simbolizó una manera aislacionista de cómo iba a ser su política cuando accedió al poder.

Sin embargo ha conseguido pequeños logros, a regañadientes, afuera. Eso sí, han sido éxitos relativos. Supimos del sátrapa Kim Jong-un y su encorsetado régimen gracias a las cumbres que mantuvieron ambos mandatarios. Desde luego, no ha conseguido frenar la potencia nuclear que representa Corea del Norte, pero sí se puede observar que ha encarrilado el asunto. Claro que Rusia tiene mucho que decir en este particular. La sombra de Vladimir Putin es demasiado alargada, y sus tentáculos influyen de manera determinante en la situación de Corea.

Trump intervino en el largo conflicto entre Israel y Palestina, y trasladó su embajada a Jerusalén. Aquello dio lugar a un estallido de violencia por parte de los palestinos. No le importó. Eso sí, logró que una parte importante del lobby político judío viera a Trump como un mandatario de primer orden.

En este camino hacia adelante su política exterior mira ahora hacia Irán. Desde que Estados Unidos dijo que se retiraba del pacto nuclear con Irán, ha comenzado a ir por la libre. Primero restableció las sanciones que había impuesto contra el país de los ayatolás. Se acabó la venta del petróleo y otras duras restricciones para la economía de aquel país. Lo que consiguió fue que la economía persa se resintiera, y mucho. No contento con eso, manda a parte de su flota a aguas cercanas a Irán.

Donald Trump tiene colmillos y quiere enseñarlos. España, que participaba con una fragata, ha entendido que tiene que abandonar el plan; no porque sea especialmente peligroso, sino porque no comulgaba con ello.

¿Suenan tambores de guerra en Irán? No especialmente, aunque con Donald Trump nunca se sabe, y menos con el polvorín que representa Medio Oriente.