Por supuesto que no me refiero a la heroica disputa que libró el Ejército mexicano frente a los invasores franceses y que se conmemora cada 5 de mayo en nuestro país, sino a la batalla poblana en marcha por el poder que culminará con el gobernador electo el próximo 2 de junio.
Se trata de una elección extraordinaria en todos los sentidos producto de la trágica muerte accidental de la gobernadora panista, Martha Erika Alonso, y su esposo, Rafael Moreno Valle, el poder tras el trono y quien estableció un férreo cacicazgo en la entidad durante años.
La de Puebla es una elección local con repercusión nacional. Lo que suceda en el quinto estado del país con mayor número de votantes (4.5 millones de electores) sólo superado por el Estado de México, Ciudad de México, Jalisco y Veracruz puede, en principio, representar un voto de confianza o -por el contrario- uno de castigo al incipiente Gobierno federal que encabeza el presidente Andrés Manuel López Obrador.
Si bien durante el pasado proceso electoral federal, los panistas poblanos lograron por un estrechísimo margen contener la ola nacional de Morena y retener la gubernatura, el accidente que dejó sin titular del Ejecutivo a la entidad el 24 de diciembre de 2018 reconfiguró a las fuerzas políticas y revivió a los derrotados.
Por ahora la batalla más cruenta la han librado al interior de Morena. Tanto Yeidckol Polevnsky, presidenta nacional del partido, como Ricardo Monreal, coordinador morenista en el Senado, jugaron a las vencidas y utilizaron todo el instrumental a su mano -acusaciones veladas, otras abiertas, algunas más mediante testaferros- para perfilar a los suyos.
La presidenta de Morena salió airosa de está durísima batalla que terminó definida en el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación al validar a Miguel Barbosa como candidato a la gubernatura. Monreal apostó por el senador Ricardo Armenta y perdió, por ahora, pues no queda claro si ambos habrán de sumar para la causa morenista o moverán sus hilos a favor de otro jugador.
En la otra esquina, el PAN, PRD y Movimiento Ciudadano tratan de revivir el sueño truncado anayista del Frente Amplio, y optaron por la candidatura de Enrique Cárdenas, ex rector de la Universidad de Las Américas Puebla (UDLAP), pero quien extrañamente tiene el antecedente de haber aspirado a la candidatura de Morena en 2017.
A su vez, el PRI escogió a Alberto Jiménez, cuya presencia parece más testimonial y quien jala una pesada carreta con el fin de demostrar que el PRI aún vive.
Puebla, con su intensa lucha, está convertida en un fiel reflejo de la política mexicana: llena de pactos, traiciones, cacicazgos, tragedias y de juegos de suma cero, donde lo que pierde uno, lo recoge el otro.
Pero de continuar las tendencias, el morenista Barbosa cumplirá su anhelo de ser gobernador de una sociedad que coexiste en constante tensión desde varios meses atrás y cuya tarea inmediata será demostrar que está a la altura de lo que merece la heroica Puebla.