Una de las formas de violencia que más ha crecido, seguramente por la misma proliferación de dispositivos móviles con acceso a internet, es el ciberacoso o ciberbullying; triste realidad que millones de personas padecen, a veces todos los días, a veces a cada rato.

 

Reflejar un problema cada vez más común fue, en mi opinión, parte del éxito de “You” (Netflix: 2019). En la serie, un joven librero se obsesiona con una guapa veinteañera aprendiz de escritora. El enamorado utiliza herramientas tecnológicas para acercarse, seguir y controlar a la chica. Al principio parece solamente un romántico quien aprovecha sus conocimientos técnicos. Poco tiene que avanzar la trama para descubrir la perturbación del apasionado criminal.

 

Más allá de la producción televisiva, tengo la impresión de que aún no dimensionamos el hostigamiento, persecución, y el consecuente drama que algunos viven, porque les han divulgado información o imágenes confidenciales. A otros los atacan a través de redes sociales, mensajes de texto, llamadas, correos.

 

Además, al ciberacoso lo agrava el desamparo legal: si poco se denuncia, y poquísimo se investiga cuando sí sabes quién te ataca, imagínate cuando la agresión es anónima, como casi siempre sucede en estos casos.

 

Recibir reiteradamente spam o virus es una de las formas más comunes de acoso; al menos una cuarta parte de la población declara padecerlo. Pero también, aproximadamente trece de cada cien han recibido llamadas o contenido multimedia acosador, o lo han contactado con identidades falsas en su mayoría con intenciones de extorsión.

 

Once de cada cien declaran haber recibido mensajes intimidatorios. En menor medida, pero no por ello menos importante, los mexicanos también manifestamos haber sido registrados en sitios web sin nuestro permiso, haber padecido robo de identidad, o que rastreen nuestra información ─el famoso “estokeo”.

 

Un buen número también ha sido dañado porque se publicó información confidencial o por haber sido obligados a dar sus contraseñas (Cfr. INEGI).

 

Dentro de los muchos casos que conocemos, hay uno muy triste, el cual obligó en su momento al gobierno canadiense a legislar sobre estas prácticas.

Un caso paradigmático por ser de los primeros escándalos y por sus consecuencias.

 

Algunos recordarán, por allá del 2012, la historia de Amanda Todd, joven quien a sus 15 años se quitó la vida por el ciberbullying derivado de la publicación de imágenes donde aparecía desnuda.

 

El caso tomó más relevancia cuando la joven, antes del suicido, grabó otro amargo video donde narra lo que enfrentó al ser extorsionada y aislada.

 

El tema es serio, por eso es importante hacerlo visible y que, especialmente los padres en el caso de los menores, pero también los adultos, nos informemos sobre cómo prevenir el ciberacoso, empezando por el extremo cuidado en la información e imágenes que compartimos, por cualquier medio.

 

Por otro lado, sirvan estas líneas para hacer conciencia sobre el amplio trecho que aún se tiene que andar en la construcción del marco de protección jurídica contra el ciberacoso.

 

A Alejandra A., conversadora sin par.

 

Vicente Amador

Director de los Posgrados en Comunicación de la Universidad Panamericana. Filósofo. Consultor en temas de Comunicación, Vinculación y Asuntos Públicos. Especialista en difusión de datos.

 

@VicenteAmador

 

Maestro en Comunicación Institucional. Director de los Posgrados en Comunicación de la Universidad Panamericana.