Lo peor que le está pasando al gobierno de Andrés Manuel López Obrador (y al país) es su gabinete
El Presidente se hizo rodear de un grupo de incondicionales cuya principal virtud es no oponerse a sus designios.
Pero en ese culto infinito a la personalidad, ha cometido graves errores no en perjuicio de su jefe, sino del propio país.
El caso más reciente es del secretario de Turismo, Miguel Torruco, que destinó algunos cientos de miles de pesos en la producción de un video supuestamente para promover el turismo.
Pero el video resultó ser casi un mensaje de adoctrinamiento, de campaña, cuyas imágenes provocan el efecto contrario: no atraen, sino que alejan al turismo.
La carga política-ideológica del mensaje sustituye lo que debió ser la narrativa de un país con atractivos para competirle a cualquier otro.
En cambio, el rollo de los últimos meses, las imágenes de pobres saliendo del mar y otras por el estilo fueron incluso cuestionados por los propios partidarios de Morena.
Ni qué decir de la señora Irma Eréndira Sandoval, que no sólo propuso que la iniciativa privada redujera los salarios de sus ejecutivos para empatarse con los salarios del Gobierno, sino que en una entrevista televisiva declaró que “López Obrador es el Estado’’.
Justo cuando se critica la presidencia imperial, la señora secretaria sale con una declaración que evidentemente buscaba congraciarse con su jefe, pero que resultó todo lo contrario.
Ni qué hablar del desaparecido Javier Jiménez Espriú o del director de Pemex, Octavio Romero, cuya (corta) gestión al frente de la empresa de Estado más importante tiene en vilo a la economía nacional.
Y ahí puede sumar también a la secretaria de Gobernación, Olga Sánchez Cordero, con su comedia sobre el departamento de su propiedad en Houston o su declaración de que “es difícil entender al propio López Obrador’’.
O las huelgas en las maquiladoras de Matamoros que comenzaron a estallar como chinampinas sin que la secretaria de Trabajo, Luisa María Alcalde, hiciera su trabajo como conciliadora.
López Obrador se queja a diario que le dejaron “un cochinero’’, pero él sabía en qué condiciones recibiría la administración federal.
No es la prensa fifí ni los conservadores o cualquiera de las mafias que se inventa, es su grupo de colaboradores, escogidos por él, quienes le representan el primer obstáculo a vencer.
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La noche del lunes, la Coordinación de Comunicación Social de la Presidencia emitió una convocatoria para que los medios informativos que deseen publicar las actividades del presidente López Obrador pudieran acreditarse.
Sistema de Acreditación Para Medios se llama (o llamó) el documento firmado por Nohemí V. Beraud Osorio, subdirectora de Información y Logística de Medios, en el que se enumeran una serie de requisitos absurdos que deben cumplir quienes anhelen cubrir las conferencias mañaneras y el resto de las actividades de AMLO.
Por ejemplo, se pide a los medios una “exposición de motivos’’ por los que se desea cubrir las actividades del Presidente (seguramente no ha de ser por pasar el tiempo).
Se exigen varias “semblanzas curriculares’’: una, de los fundadores del medio, otra del director del medio y una más del reportero que desea acreditarse, además de una “breve historia del medio’’.
Lo bueno es que el Gobierno sostiene que será el más transparente y abierto que haya tenido el país.
Que se lo informen a su equipo de comunicación.