Una cosa es que el Estado Islámico esté golpeando en Siria y otra muy distinta es que el Ejército estadounidense acabe con ellos.

Es cierto que en el norte de Siria, el DAESH está agonizando. Prueba de ello es que, de una manera desesperada, utiliza a miles de civiles como escudos humanos.

Sin embargo, no desaparece. Su éxito les viene por su padre, el terrorismo de Al-Qaeda que le enseñó el arte de saber diseminarse. Por eso el terrorismo islámico se encuentra en Irak, en Libia y en todo el Sahel, esa vasta zona que recorre de Mauritania hasta Somalia.

El Estado Islámico tiene errores. Al-Qaeda le enseñó que el control no debe ser sobre territorios, sino sobre personas. La reconquista tiene que hacerse desde las mezquitas, pero fundamentalmente a través de Internet, el mayor medio global. Los estadounidenses lo entendieron, pero no hicieron caso. En su obsesión por controlar el territorio se convirtieron en una presa fácil. Por aire, las fuerzas aliadas les han ido machacando. Por tierra, los soldados de los diferentes países han terminado el trabajo que hacían desde el aire. Por eso ahora están arrinconados en Siria.

Pero con lo que no cuenta Occidente es con la extraordinaria capacidad de mutación que tiene el terrorismo islámico. Son inteligentes. Utilizan a los no Estados que es donde mejor se mueven, entre otros motivos porque en esos no Estados no existe el delito. No es baladí que estén fuertes en naciones como Somalia o Libia, donde la anarquía representa el fracaso del Estado.

Son hábiles. Los desiertos son su casa. Irak es un ejemplo. El DAESH tomó todo el norte del país y llegó a las puertas de Bagdad. El otro es Libia, que representa la llave del desierto del Sahara. Es la puerta al vasto mundo del Sahel que engloba a más de una docena de países  africanos. Por eso naciones como Marruecos, Argelia o Túnez en su cara norte representan los reductos mejor guardados del terrorismo de Al-Qaeda del Estado Islámico.

Occidente, además, vive obsesionado con el DAESH, pero conviene recordar que no solamente están ellos. Su progenitor, Al-Qaeda, tiene una larga vida. Y no sólo el, sino también están los hermanos musulmanes, la yihad islámica o Hamás, que poseen la fuerza suficiente como para seguir amedrentándolo.

No es fácil acabar con el terrorismo islámico; cada vez se sofistican más, mientras seguimos siendo su tarde.