Aplausos para los senadores que lograron un acuerdo sobre la Guardia Nacional, de carácter civil, ¡por unanimidad!

Esperen… no hay que celebrar por anticipado.

Y es que aún cuando los senadores de Morena, encabezados por Ricardo Monreal, tejieron fino con el resto de las bancadas de oposición, no se puede cantar victoria hasta conocer la opinión de López Obrador.

Como saben, es el Presidente quien tiene la última palabra en cuestión de iniciativas y leyes aprobadas, como se vio esta semana cuando bastó un sutil desmarque para que los diputados de Morena echaran a la basura la iniciativa de reforma a la ley de Pemex.

Dos riesgos corre la iniciativa aprobada por los senadores:
Que a López Obrador no le parezca suficiente y que no falte un diputado ofrecido que pretenda hacerle cambios a la minuta.

El Presidente reclamó ayer que el Ejecutivo –o sea él- estuviera atado de manos para combatir la inseguridad pública; incluso se le vio enojado cuando trató el tema.

Ya tiene la Guardia Nacional, con mando civil, adscrita a la Secretaría de Protección Ciudadana, con fecha de caducidad, sin fuero militar.
Todo lo que proponían las organizaciones civiles que tanto critica.

Por eso es el riesgo de que “algo’’ no le parezca y eso sea tomado por los diputados como una señal que debe de cambiarse.

Lo segundo tiene que ver con la fracción de Morena en San Lázaro

Su coordinador, Mario Delgado, enfrenta una especie de rebelión que va creciendo cotidianamente; no las trae todas consigo y no son pocos los diputados morenistas que quieren su destitución.

Ayer, en contrasentido de lo que declararon los senadores de Morena, declaró que a él le gustaba más “la Guardia militarizada’’, lo que de entrada prende los focos de alarma en la Cámara alta.

¿Qué pasaría si la aplanadora de Morena modifica, siquiera con una coma, la minuta que recibirán del Senado?

Bueno, pues de acuerdo al artículo 72 de la Constitución Mexicana, en su inciso E, el tema ya no podría ser tratado en este periodo de sesiones y tendría que esperar hasta el siguiente, que comienza en septiembre, para ser llevado nuevamente al debate.

Y a pesar de que el secretario de Seguridad, Alfonso Durazo, declaró su beneplácito por el acuerdo, no será hasta hoy en la conferencia mañanera cuando López Obrador le dé su bendición… o la extremaunción.

¡Qué nervios!

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Una forma de descarrilar al gobernador de Campeche, Alejandro Moreno, en su camino por la presidencia nacional del PRI, es presentándolo como “el candidato de López Obrador’’.

Durante la campaña presidencial, Moreno fue uno de los más duros críticos del hoy Presidente.

Pero cuando asumió la Presidencia, la interlocución cambió.

¿Qué gobernador, en sus cinco sentidos, se pelearía con el Jefe del Ejecutivo, de quien dependen decisiones vitales para todos los estados?
Quienes quieren verlo con el cuchillo entre los dientes cada que se encuentra con el Presidente en turno no tienen una responsabilidad como gobernar un estado.

La pelea, el disenso, la controversia con el Ejecutivo tendría que darse a nivel de partido, pero eso no ocurre en el PRI, que está borrado literalmente del debate nacional como instituto político.

Lo curioso del asunto es que la campaña contra el gobernador de Campeche surge del mismo PRI, de la nomenclatura, la misma que tiene hoy al partido a punto de la desaparición.