Una de las frases más conocidas de Benito Juárez, personaje histórico favorito del presidente Andrés Manuel López Obrador, es aquella que reza así: “A los amigos, justicia y gracia. A los enemigos, la ley a secas”.

La aplicación de ese principio durante la 4T, en la que queda más que evidente la gracia es total para los amigos, es que para los enemigos ahí están las conferencias mañaneras… a secas.

Ese novedoso mecanismo de comunicación del Presidente, nunca antes utilizado, se ha convertido en un instrumento de represión mediática a los contrarios.

Con todo el poder presidencial posible se usa la tribuna establecida para dar cuenta cotidiana a la nación para atacar a los que piensan diferente. Lo cual por supuesto genera temores entre los que no comparten puntos de vista y nerviosismo entre los que ven en esos rasgos autoritarios un peligro para la estabilidad económica y financiera.

Y esos contrarios no son enemigos de la nación, ni siquiera son amenazas para el proyecto político del actual Gobierno. Simplemente no ven las cosas igual que López Obrador.

Habría un ejemplo de esto por cada conferencia mañanera que ha habido, pero con los recientes basta.

La firma calificadora Fitch Ratings encontró elementos suficientes para rebajar la calificación crediticia de Petróleos Mexicanos. La respuesta presidencial fue denostar a esta empresa. Los llamó hipócritas, cómplices del saqueo.

Tres semanas después, cuando presentó su plan de rescate de Pemex, grupos financieros mexicanos y extranjeros, bancos y analistas expertos del sector energético y los mercados coincidieron plenamente con el diagnóstico de Fitch y pusieron en duda el futuro del grado de inversión de la petrolera.

Como para superar este lance, vino después uno de los episodios más onerosos de estos tiempos inciertos. Desde el atril presidencial un Manuel Bartlett, hoy titular de la Comisión Federal de Electricidad y quien llena varias páginas de historias negras, fusilaba a decenas de ex funcionarios públicos, con datos incorrectos e incompletos, por cometer el delito de trabajar en lo que saben tras salir de la administración pública.

El episodio más reciente y altamente significativo de la demostración de la ira presidencial fue en contra de quien se atrevió a criticar a sus candidatos para formar parte de la Comisión Reguladora de Energía (CRE).

Las comparecencias en el Senado de esos personajes fueron de pena ajena, y ante el cuestionamiento del presidente de la CRE, Guillermo García Alcocer, por los perfiles propuestos, vino el estallido presidencial.

No suena a otra cosa que a un desplante de poder presidencial todo el aparato desplegado en la conferencia de ayer para dar a conocer, como dijo la titular de la Secretaría de la Función Pública, Irma Eréndira Sandoval, información muy inicial de la investigación en contra de García Alcocer.

El que fuera alguna vez un gran fiscal electoral, Santiago Nieto, se vio reducido a una caja de resonancia del enojo presidencial desde la Unidad de Inteligencia Financiera.

Estar en desacuerdo no debe dar miedo. Reaccionar con virulencia ante los opositores corre en contra de la confianza.