Todas las mañanas un grupo de alrededor de 50 periodistas se dan cita en el salón Tesorería de Palacio Nacional. El arribo de estos comunicadores empieza desde las 5:30 de la mañana para formarse en la calle de Moneda y esperar a que por ahí de las 6:15 la famosa Ayudantía abra las puertas, revise credenciales y dé el acceso.

No es menor el esfuerzo que estas mujeres y hombres hacen cada día para cuestionar al presidente Andrés Manuel López Obrador sobre sus decisiones, políticas públicas, situaciones de coyuntura o cualquier otro tema de relevancia nacional.

Lo he visto en varias ocasiones.

En una esquina del salón, desde lejos, he observado su trabajo, escuchado sus preguntas y he sido testigo de cómo se documentan leyendo los diarios o las versiones estenográficas de entrevistas y las reacciones de otros políticos a las mismas.

Esto a la par de que seguramente piensan en sus preguntas y en las situaciones personales que cada uno tiene.

En su mayoría son jóvenes, y esos periodistas también son hermanos, hijos, esposas, esposos, padres de familia, amigos, etcétera…

He visto con preocupación en las últimas semanas la crítica infundada, el señalamiento malicioso y hasta la amenaza de parte de fanáticos, políticos y de propios colegas que desde el anonimato de las redes sociales o desde la comodidad de un escritorio han iniciado una guerra absurda de declaraciones y acusaciones en contra de estos profesionales que, a diferencia de muchos, sí hacen un esfuerzo por estar ahí frente al Presidente haciendo su trabajo.

Que si son enviados del PAN, que si son enviados del PRI, que si las preguntas que realizan no son importantes, que si se quieren burlar del Presidente, que si son chayoteros y todo tipo de acusaciones que generan un ambiente hostil para el trabajo periodístico que ya de por sí atraviesa desde hace varios años por una situación difícil en el país.

Honestamente no me extraña de fanáticos políticos que piensan que en todo cuestionamiento hay un ataque, pero sí me extraña y me indigna cuando esos comentarios vienen de otros actores que se supone deberían defender la libertad de expresión.

Si bien es cierto que durante décadas el periodismo y el poder tuvieron una relación perversa, hoy la situación es distinta, pues les aseguro que en mis más de 600 años no había visto a tantos periodistas hacer preguntas con la libertad que lo pueden hacer ahora todas las mañanas en Palacio Nacional.

Por otro lado, es importante señalar la responsabilidad que tiene el propio Jefe del Ejecutivo Federal, pues al menos podría pronunciarse por el respeto de los reporteros, pero para nuestra decepción sucede todo lo contrario cuando López Obrador se refiere a algunos medios de comunicación como “prensa fifí” y esto, claro, atiza a sus seguidores a no perder la oportunidad de replicarlo.

Lo quiero decir claro, mi total respeto por el trabajo de los reporteros que todos los días cuestionan al Presidente de la República y ponen sobre la mesa temas que son importantes para el grueso de los mexicanos.

En el baúl: en el marco de la discusión del retiro de los apoyos a las estancias infantiles, los padres de los 49 niños fallecidos en la guardería ABC de Hermosillo, Sonora, esperan ansiosos la visita del Presidente a la entidad en marzo próximo. Pero lo que más esperan es que desde ahora el tabasqueño les anuncie si habrá una cita con ellos y, mucho más importante, si habrá justicia para los pequeños que no debieron morir.