El populismo como ideología fomenta la dicotomización de una sociedad entre el “pueblo” y (o contra) una “élite” (Mudde, 2004). Esta visión tiende a reducir problemas como la desigualdad o el racismo, a solo las dinámicas de poder de la segunda sobre el primero.

El populismo como estilo se refiere al repertorio de “actuaciones” que un líder utiliza para crear relaciones políticas con el “pueblo” (Moffitt y Tormey, 2013). Y como esto requiere atraer la atención, suele fomentar una menor corrección política o comportamientos triviales para que el “pueblo” pueda palpar (e identificarse con) su “autenticidad” (Enli, 2017).

El populismo como estrategia fomenta una relación directa y constante (usualmente denominada “democrática”) entre un líder y el “pueblo”, para que el primero gane o mantenga poder. A menudo, el líder da “incentivos materiales” (políticas, programas, etc.) de diversos tipos, para crear una alianza multiclasista dentro del grupo (Weyland, 2001).

En junio pasado, en Mexicali, AMLO criticó los salarios de la burocracia federal y de la Suprema Corte, afirmando que “reciben instrucciones de arriba (porque) son subordinados de la mafia del poder”, y reiteró que dicho tribunal “no ha hecho nada” por los ciudadanos.

Durante el segundo debate presidencial, la actuación de AMLO contó con lenguaje informal y comportamiento trivial “auténtico”: lo primero, cuando llamó “Ricky-Riquín-Canallín” a Anaya; y lo segundo, cuando este se le acercó para encararlo en un argumento, y el tabasqueño expresó preocupación por su cartera. Ambos chistes inundaron las redes.

En la campaña, AMLO se comprometió a realizar una “consulta” sobre la construcción del NAICM que, para octubre de 2018, tenía un avance del 32 %. Como sabemos, el NAICM “perdió” ante la opción de AICM-Santa Lucía-Toluca. El día de los resultados, AMLO declaró que las “consultas” serían una constante, y que para ello, cambiaría la Constitución.

El punto de Mudde (2004) con respecto a la dicotomización se vio en Mexicali. El repertorio de “actuaciones” para captar la atención que describieron Moffitt y Tormey (2013) y el comportamiento trivial (o políticamente incorrecto) para crear “autenticidad”, explicado por Enli (2017), se vieron en el segundo debate. Y las “consultas” coinciden con la correspondencia directa que menciona Weyland (2001) entre un líder y una masa popular (particularmente si las “consultas” también se consideran ejercicios de movilización política).

Decir que el populismo es inherentemente bueno o malo es aventurado, pero lo que sabemos es que es efectivo como herramienta para agrupar. Cuando el populismo conduce a una mayor tolerancia dentro de una sociedad (haciendo más sostenible la democracia), puede verse como algo deseable. Pero un enfoque populista que conduce a minorías en peligro, a polarización radical o al desdeño de los expertos, es altamente nocivo. Por lo tanto, todo respaldo a un actor populista primero debe responder: ¿populismo para qué?

@AlonsoTamez