Finalmente llegó el día por el que ha trabajado intensamente varios años; Andrés Manuel López Obrador se convertirá en Presidente Constitucional de la República Mexicana. El camino estuvo lleno de obstáculos, pero los libró, aunque no fue fácil.

En el momento en que proteste como Jefe del Ejecutivo gobernará para todos, los que lo eligieron y los que no. Así es la democracia.

Ya no habrá “pirrurris”, “fifís” ni “mafia del poder”. Sólo habrá mexicanos. Sólo ciudadanos con un Presidente que fue electo en un proceso democrático y con el cual habrá que trabajar para sacar adelante a la República.

Será, oficialmente, el hombre más poderoso del país, con un respaldo ciudadano como pocos Presidentes lo han tenido, por lo que todo lo que haga tendrá un peso diferente. No será un ciudadano común.

A la oposición y a quienes disienten de él, sin ser necesariamente opositores, no deberá responderles al tú por tú, porque, con todo ese poder, podría aplastarlos con sólo apuntar con el índice, y cometer una injusticia. Y los ciudadanos le dieron todo ese poder para construir, no para destruir.

Si lo acusan sin sustento, hay instituciones para proceder, pero también como un demócrata, debe entender que por encima de una afrenta, está el bien común.

Punto final

… Y ha dado muestras de que así lo entiende, por eso, a pesar de las críticas, decidió no pelearse con grupos poderosos que han acumulado fortuna y poder con base en la corrupción. Y, a pesar de que tuvo que contradecir una de sus posturas en campaña, como es el tema de regresar al Ejército a los cuarteles, decidió apoyarse en éste, como base para combatir la delincuencia.

Y por eso también, invitó al presidente Enrique Peña Nieto a su casa, a comer. Y por el mismo motivo, y con la misma responsabilidad, EPN aceptó, a pesar de que horas antes quien ocupará la silla que ahora ocupa dijo que sometería a consulta enjuiciar a los ex Presidentes.

Sus más radicales seguidores pueden gritar, a veces en exceso, contra quienes lo cuestionan, también a veces en exceso, pero hay estudiosos de la libertad de expresión que señalan que son preferibles esos excesos que acallar la crítica, la cual alimenta la democracia. En cambio, el Presidente debe ser frío y responder con argumentos y no con descalificaciones.

El presidente Andrés Manuel López Obrador ha insistido, una y otra vez, en las entrevistas que ofreció, que es un demócrata. Ha llegado la hora de demostrarlo. Tiene todo el poder para consolidar la democracia en México o demolerla. El balón está de su lado.

#¿LoboEstásAhí?

Hay un debate sobre algunas cosas que sucedían en el Coliseo de Roma.

Dicen que al término de un espectáculo con fieras salvajes o de un combate entre gladiadores, el emperador hacía una consulta a las masas que habían llenado el estadio para decidir el destino de estos personajes (otros dicen que no era consulta porque ya tenía la decisión tomada).

Después de escucharlos, indicaba con su dedito (su dedo pulgar) si perdonaba o no a un gladiador. Si apuntaba hacia abajo, o pasaba el pulgar por su cuello, era muerte. Y si apretaba el pulgar, era el perdón.

En fin, lo bueno es que esos tiempos ya pasaron y sólo se juzga a personas en el marco de un Estado de Derecho, no en este tipo de espectáculos.