La relación entre los presidentes ya no es como era.

Entre el presidente constitucional, Enrique Peña Nieto, y el electo Andrés Manuel López Obrador.

De momento parece olvidado el compromiso del relevo de terciopelo convenido cuando sonrientes caminaron por corredores y salones de Palacio Nacional.

La primera vez para reconocer la jornada cívica del 1 de julio, felicitación incluida, y la segunda con los gabinetes para coordinar la transición en equipo.

Las agendas de colaboradores siguen con encuentros constantes, preguntas incisivas, documentos sujetos a investigación y cuentas pendientes de auditorías profundas.

Todo a partir de la sospecha.

Esto no gusta a ninguna de las partes, pero tal vez esos desencuentros tengan impacto mayor en el ánimo pulsado por los futuros funcionarios en su jefe máximo.

Ahí es donde sienten mayores agravios, pero también los titulares salientes, y en especial Peña Nieto, tienen razones para no sentir las cosas como las esperaban.

LOS AGRAVIOS MUTUOS

Las causas de las molestias son ostensibles.

La mayor inconformidad de Peña Nieto tiene su origen en la cancelación de su obra insignia, el aeropuerto de Texcoco.

Con esa acción, interpretan quienes lo escuchan, se cancela la posibilidad de dar instrumentos poderosos al desarrollo con visión de modernidad y futuro.

López Obrador pudo esperar a diciembre para convocar a su feligresía, pero con su activismo llenó vacíos de poder y parece gobierno, segundo agravio.

¿Por qué lo hace el tabasqueño?

La respuesta es de su entorno:

No ha tenido de Peña Nieto lo esperado.

En primer lugar, la iniciativa para reformar la administración pública y crear la Secretaría de Seguridad Pública a fin de encaminar acciones y no esperar resultados hasta el mediano plazo.

A esa acción inocua para el régimen agonizante se agrega omisión de nombrar fiscales general y anticorrupción, también necesarios para iniciar con fuerza el futuro ejercicio.

Y ni qué decir de otro fenómeno:

Donald Trump prometió a López Obrador suscribir con él el nuevo tratado America del Norte, pero el equipo negociador de Peña Nieto se empeña en firmarlo el 30 de noviembre en Buenos Aires.

Y en la casa de transición se preguntan con argumento trumpista:

-¿Y por qué firmarlo en Buenos Aires en un evento multilateral y no en México, Estados Unidos o Canadá? La prisa es por borrarnos.

EL MAL SOCIO DE MARKO

1.- El viernes advertíamos aquí sobre el inminente triunfo de Marko Cortés y la obligación de distanciarse de Ricardo Anaya.

Lo asentó Felipe Calderón cuando dijo que el PAN está manejado por una camarilla o consorcio:

“..la elección interna sólo corrobora ese control envilecedor, siendo la próxima dirigencia una fiel expresión de la corrupción, la mediocridad y la manipulación que la ciudadanía ha castigado severamente en las urnas”.

Y 2.- en su informe, el gobernador Carlos Mendoza Davis destacó a Baja California Sur como líder de empleo y crecimiento económico.

Pero advirtió de presiones de empresas contaminantes y zanjó:

“No a la minería tóxica en Baja California Sur. No a esa actividad que pone en riesgo lo que más valoramos: el agua”.

 

 

 

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