A estas alturas seguramente se conoce ya el resultado de la polémica y poco confiable consulta para decidir el futuro del Nuevo Aeropuerto Internacional de México, convocada por el Prejidente electo, Andrés Manuel López Obrador. Santa Lucía o Texcoco, la cosa está dicha.

Pero el tema que quiero abordar es que el plebiscito también tocó un asunto de fondo: a los mexicanos nos sobran motivos para desconfiar.

Así como la popó de perro está en el aire y la respiramos en las calles, el fantasma del fraude y la sospecha de la transa son cosas con las que vivimos todos los días, y si bien no las traemos en el ADN –porque me niego a pensar que seamos transas por naturaleza–, sí lo portamos como mugre en las uñas de las manos.

Hay que ser sinceros, pues en el país de lo absurdo, somos expertos haciendo trampa y al mismo tiempo gastamos millonadas para evitar ser víctimas de lo mismo. Tenemos en nuestra historia un sinfín de ejemplos que cualquier coleccionista envidiaría: prácticamente todas las elecciones presidenciales, y ya ni decir las campañas políticas en que los partidos se enfrentan en una contienda en la que casi siempre gana el que sea más fraudulento.

Cómo olvidar a los cachirules que nos dejaron fuera del Mundial Italia 90, o las gasolineras que venden litros que no son de litro, pasando por los empresarios que utilizan paraísos fiscales para potenciar sus ganancias y no pagar impuestos y hasta Coque Muñiz cantando con playback en un concurso de canto. Ja, ja, ja.

Y no sólo en las grandes esferas se destila ese comportamiento, ya que hay ciudadanos que emplacan sus autos en otros estados para no pagar impuestos en la capital del país o para burlar las famosas fotomultas –el sistema mancerista implementado bajo el engaño de evitar accidentes, pero que en la realidad tiene el objetivo de recaudar millones de pesos al año–, taxistas que le ponen “ratón” al taxímetro o que cobran lo que les da la gana en la noche, usuarios del Metro que se saltan los torniquetes para evitar el pago de cinco pesitos, beneficiarios de programas sociales que mienten para recibir apoyos del Gobierno… y un largo etcétera.

Y para colmo, el sistema avala la trampa. ¿O a poco ya se les olvidó que el Instituto Nacional Electoral avaló que Jaime Rodríguez Calderón el Bronco y Margarita Zavala participaran como candidatos independientes en la contienda por la Presidencia, a pesar de haber hecho trampa en 75% y 35% de las firmas, respectivamente? En contraparte, el INE le negó el derecho a Marichuy Patricio, candidata zapatista, quien fue la aspirante independiente más honesta con 94% de las firmas válidas.

En este contexto, el jueves pasado cuando inició la pejeconsulta y en un ejercicio totalmente periodístico, varios reporteros salieron a comprobar que una persona podía votar hasta siete veces, que las boletas no estaban foliadas, que la aplicación para registrar los datos de los participantes no servía… es decir, que era una vacilada. Nos confirmaron que en este país nos sobran motivos para desconfiar.

Del baúl: alguien regresa a los cargos públicos de la mano de su ex jefe y próximo secretario de Relaciones Exteriores, Marcelo Ebrard: Martha Delgado, la ex secretaria del Medio Ambiente del entonces Distrito Federal. Aún no se confirma el cargo, pero de que estará en las altas esferas de la cancillería, lo estará.

¡¡¡Regresarééé!!!