Tomás Moro decía que “el hombre no puede ser separado de Dios y tampoco la política de la ética”. La mayoría de los seres humanos, en el fondo, dudamos de tan célebre frase y la consideramos, al menos, de idealismo aristotélico.

Sin embargo, cuando nos encontramos con un gobernante que antepone sin aspavientos, sin estridencia y sin presunción la honestidad y el interés por sus gobernados, se produce en la ciudadanía un ánimo de confianza, de certeza, serenidad, seguridad y convicción que ata a un vínculo que obliga a compartir el deber, a hacerlo juntos.

Esto acaba de suceder en territorio mexicano, en Orizaba, Veracruz; donde el alcalde Juan Manuel Diez Francos, a pesar de un Gobierno como el de Javier Duarte, hizo prevalecer la virtud con el decoro, dignificando la política sobre el vituperio de un juicio sumario al que la sometemos los ciudadanos del mundo.

En el país hay dos mil 446 municipios, y Orizaba, “lugar de aguas alegres”, es uno de los 212 municipios del estado de Veracruz. Según censo de 2017, tiene una población de 121 mil habitantes, pero todos los días hay alrededor de 150 mil personas en plena actividad.

Juan Manuel Diez, empresario de éxito en los negocios, es presidente municipal. De inmediato en su primer trienio (2008 a 2011):
1. Integra un gabinete sin compadrazgos, se niega a ceder (fue su condicionante para ser elegido como candidato a alcalde por el PRI) espacios a grupos políticos acostumbrados a medrar con el servicio público.

2. Se apoya en los 690 trabajadores sindicalizados, convencido de que cuentan con la experiencia en el manejo administrativo y operativo y, por lo tanto, no se requería de mayor número de plazas administrativas.

3. Logra hacer que a Orizaba lleguen nuevas inversiones. Con la creación de plazas comerciales que generaron empleos, embellece la ciudad y logra que la “gente” no tire basura y cuente con una ciudad limpia. Desarrolló programas que ayudaron a la gente más necesitada, invirtió los recursos de manera eficiente y eficaz para reactivar el turismo y la economía de la región. Fue elegido más tarde, diputado federal, y después compite por la alcaldía en 2013 y obtiene el triunfo de nuevo.

En su segundo trienio, les reitera a sus colaboradores trabajar sobre un código de conducta y precepto en el ejercicio de Gobierno: 1. La honradez no es una virtud, es una obligación. 2. Ponerse en los zapatos de los ciudadanos. 3. Cuiden los recursos y el dinero del municipio. Hoy, la ciudad de Orizaba luce diferente a lo que era hace un poco más de 10 años, y esto ha provocado que muchos orizabeños que viven en la CDMX se expresen con orgullo y presuman su ciudad. Pero se llegó a esto gracias a que:
Hoy Orizaba es “Pueblo Mágico”, se incrementan los ingresos propios del ayuntamiento (actualmente son del orden de 48%, mientras que la mayoría de los municipios del país cuentan con ingresos propios del orden de 15%), se recaudan 50 millones de pesos de predial; y 35 mil contribuyentes pueden reducir el pago de ese impuesto separando la basura a la hora de tirarla (un esquema de vanguardia en urbes europeas); además, consiguió que ingresaran a la Tesorería 100 millones de pesos por el pago de derechos como de agua, limpia, sanitarios públicos, parquímetros y el rastro, además de 18 millones de pesos por el pago de multas y recargos.

Construyó un teleférico, el tercero más largo del país. El sueldo del policía se elevó cuatro veces -de dos mil 500 a 10 mil pesos mensuales-. En 2008 había dos patrullas; hoy el municipio tiene 126 patrullas. La ciudad de Orizaba es la urbe más segura del estado de Veracruz. A principios de 2016, el IEC & PEACE informó que Orizaba era la metrópoli más pacífica de entre 76 zonas metropolitanas del territorio nacional.

Éste es un testimonio en donde la ética vence a la corrupción y la ética política genera eficiencia. Desde el municipio se hace comunidad, se construye identidad, se asume compromiso solidario. Hoy, Orizaba inspira, contagia.