Foto: EFE Apagones y escasez de agua viven en ese país, tras los terremotos y el tsunami del viernes pasado que han dejado 540 heridos, 16 mil 732 desplazados y, al menos, 832 muertos, cifras que pueden aumentar. En medio del caos, los rescates de personas vivas continúan  

Una catástrofe que comenzó con un sismo de 6.1 grados al que el siguió, tres horas después, un terremoto de 7.5 grados y un tsunami arrastra Indonesia, desde el viernes pasado, que hasta ayer había dejado, al menos, 832 muertos, cifra que prevén aumente, ya que aún hay decenas de desaparecidos, mientras los damnificados se enfrentan a escasez de recursos, apagones y una amplia destrucción.

En Palu, capital de la provincia de Célebes Central y la zona más castigada por el tsunami junto Donggala, de noche la oscuridad es generalizada por los cortes en la red eléctrica.

El portavoz de la Agencia Nacional de Gestión de Desastres (BNPB), Sutopo Purwo Nugroho, quien ofreció ayer el parte del desastre, añadió que hay cinco extranjeros, de los 71 que saben que se encontraban en Palu el viernes, en paradero desconocido: tres franceses, un surcoreano y un malasio.

Además de ellos hay decenas de personas reportadas como desaparecidas.

Los equipos de rescate empezaron ayer a sacar sobrevivientes de entre los escombros del interior del Hotel Roa Roa de Palu, donde se estima que entre 50 o 60 personas quedaron atrapadas, una operación dificultada por la falta de maquinaria pesada.

El presidente de Indonesia, Joko Widodo, llegó ayer a Palu para reunirse con las autoridades y visitar hospitales y la playa de Talise, donde el tsunami se llevó a su paso las estructuras y vehículos de la costa y llegó hasta una mezquita.

“Carreteras cortadas, no es posible utilizar toda la pista de aterrizaje del aeropuerto, la electricidad está medio muerta y hay escasez de carburante. Espero que la población sea paciente. Estamos trabajando en esto juntos”, escribió Widodo en su cuenta de Twitter.

La seguridad es otro problema por los robos en comercios y viviendas dañados o los presos que se han evadido de una cárcel en Donggala aprovechando los daños causados por los terremotos y que superan más la mitad de los 560 reclusos que custodiaba la cárcel.

En medio de la catástrofe, aún queda espacio para historias de héroes, como la del indonesio Anthonius Gunawan Agung, quien permaneció en su puesto en la torre de control del aeropuerto de Palu hasta que el avión a su cargo había despegado de la pista y hoy forma parte de la lista de 832 muertos.

LEG